Budapest, Nochebuena de 1928. Aunque envuelta en un espeso manto de nieve, la ciudad conserva un aspecto soberbio y majestuoso, y un escritor observa los escaparates iluminados con la mezcla de consternación y perplejidad que suele invadirlo siempre que se dispone a hacer alguna compra. Tal como ocurre desde hace más de una década, ha acordado con su esposa que no se intercambiarán ningún regalo para no agravar sus estrecheces económicas, pero él sabe que, como cada año, tendrá que cumplir con la tradición a riesgo de decepcionarla. Así, acaba comprando un cachorro de nombre Chútora, de pelo enmarañado y el tamaño de un puño, que pronto desempeñará un papel decisivo en su hogar hasta transformar para siempre la vida de todos.
Todo pasó en los noventa: no solo se acabó el petróleo, sino que de los pozos agotados -y al mismo tiempo de las grandes concentraciones de basura en los océanos- creció la maraña, una forma de vida nueva, capaz de digerir el plástico y tóxica para los seres humanos. Esta gran pandemia casi destruyó la civilización, peor, a medida que avanzó el siglo XXI, la humanidad aprendió a sobrevivir en un mundo ya no globalizado. Un mundo de provincias por el que Federico Stahl, antiguo virtuoso adolescente del piano, se pasea en una gira musical que lo llevará por pueblos oníricos e inquietantes, personajes singulares (como un anciano imitador de Michael Jackson y una estrella enana del porno argentino), carreteras en ruinas dentro de la jungla de maraña y secretos de futuros más extraños aun, que acechan en la espesura, entre piratas postapocalípticos, juguetes perdidos y viejas variaciones para piano.
A ella se le encarga trabajar como «puente»: vivir con, ayudar y supervisar al expatriado conocido como «1847» o comandante Graham Gore. En lo que respecta a la historia, el comandante Gore murió en la condenada expedición de Sir John Franklin al Ártico en 1845, por lo que está un poco desorientado al vivir con una mujer soltera que muestra regularmente sus pantorrillas, rodeado de conceptos extravagantes como «lavadora», «Spotify» o «el colapso del Imperio Británico». Pero con un apetito por descubrir, un hábito de fumar siete cigarrillos al día y el apoyo de un encantador y caótico elenco de compañeros expatriados, pronto se adapta.
Pero lo que el puente pensó que sería, en el mejor de los casos, una complicada e incómoda dinámica de compañeros de piso, evoluciona hacia algo mucho más profundo.