La vida es otra cosa marca la diferencia entre un ‘antes’ y un ‘después’, ya que sería difícil encontrar otra obra de notable factura cuyo autor universalice, como lo hace Jeannette Miller, el drama de las clases oprimidas, y lo haga al margen de sentimentalismos y denuncias ideológicas, sin caídas en el manejo del lenguaje, a través de una densa estructura, nítida y fluida, en la que los personajes integran una especie de coro griego en esa inacabable tragedia que es la vida en nuestras remotas y olvidadas comunidades del interior…
Monseñor Freddy Bretón pone en nuestras manos un libro de
palabras cuidadas. Textos que piden una lectura pausada que
permita exprimir las palabras para "sacarles el jugo". Esto vale
para los artículos científicos con su "nube de testigos"
e
igualmente para los textos más breves. El autor es un maestro
de la palabra y en cierto sentido el significado de las palabras
es algo como la hebra por la cual va enhilando como perlas de
una cadena los artículos, cuentos, anécdotas, reflexiones y
aforismos del libro. Como poeta que es, monseñor Freddy
Bretón cuida la palabra, la pule, la hace brillar. Una y otra vez
busca con paciencia el significado preciso y profundo de cada
expresión. Me imagino que mucho de esto lo aprendió en sus
estudios de exégesis bíblica.
Las palabras que nos regala este libro muestran a un
observador agudo. Y nunca les falta esta pizca de humor, que
nace del amor auténtico a la gente, tanto en su grandeza como
en su debilidad.
No era una tarde fria, pero ella parecia sufrir los efectos de un invierno devastador. Temblaba de pies a cabeza. Uno de los lados de su vestido estaba rasgado, el lazo suelto y su cabello semejaba un nido de pajaros deshecho por la furia del viento. Lo extraño era que, aun con todas esas señales, la atención no se centrara en ella, sino en el hombre derribado que no se atrevia a defenderse ante el atroz sometimiento, y el otro beato que yacía en el suelo.