Marcia Castillo emerge al escenario literario con una voz propia y un peculiar talento creativo. Tras cultivar con éxito el arte de la narración, asume la poesía como canal de sus vivencias entrañables mediante la formalización de sus intuiciones estéticas, que plasma con lenguaje sutil la belleza de sus singulares percepciones y el sentido de sus coordenadas trascendentes.
En su creación poética, esta nueva portalira, oriunda de Samaná, construye la alforja verbal que encarna forma y contenido con la intuición de que la verdad y el amor conforman el espejo de las apelaciones interiores, fuero y cauce de una onda estética y espiritual.
Lo que hermana al cuento y la poesía es la intuición del sentido de hechos, fenómenos y cosas, y la escritora Marcia Castillo, fina cultora de la palabra, lo presiente en su doble condición de narradora y poeta.
Con aliento bíblico, tono dramático y técnica interiorizada, la agraciada emisora de estos ardorosos versos expresa emocionada su "dolorido sentir" en cautivantes imágenes y estremece- dores símbolos con modernizantes recursos compositivos; llama inconsútil de una pasión irredenta, y también cauce luminoso de un anhelo soterrado.
Creación original, edificante y cautivadora, el talento literario de Marcia Castillo abre una atractiva senda simbólica, reflexiva y psicológica bajo el ideario estético del Movimiento lnteriorista.
La Constitución bajo Ataque. Crisis Política: Mas Democracia o Dictadura. es el título que escogí, para trasmitir algunas reflexiones, advertencias y propuestas sobre ciertos procesos arduos y complejos, que por su carácter intangible y sutil, solo merecen la atención debida cuando sobrevienen los riesgos de ingobernabilidad y las amenazas de pérdida del orden institucional y del estado de derecho. Esto suele suceder cuando los antagonismos entre las fuerzas políticas y los poderes fácticos que se disputan el control del Estado se desmadran con fuerza arrasadora, después de intensos procesos de concentración del poder y la riqueza.
Recobrar la historia de República Dominicana, devolvernos la gesta de su
fundación en apretadas letras que se presienten como hombres al formar su
ejército; es un desafío mayor del que sale airoso el autor, que cuenta a su favor
con la sensibilidad para sentirse parte de una batalla que aún se percibe en pleno
apogeo. Fluye la memoria en capítulos intensos, es puntual la cronología y una
minuciosa lectura nos permitirá connotar cierto paralelismo con el vía crucis del
Mesías ─El prócer sabe que debe cumplirse su destino y lo acepta─, así
comprenderemos mejor que la luz es un personaje que acompaña o abandona al
desplegarse la trama en el vasto tiempo. Luis Javier, con esmerada escritura.
Viendo el desmejoramiento físico y mental de Josefa, y preocupado porque la hija pudiera quedar huérfana, Antolín, venciendo las tercas negativas de la mujer, la arrastró hasta el consultorio del médico del pueblo, quien, después de un brevísimo examen, sentenció que si Josefa no descansaba y se alimentaba como era debido enfermería fatalmente, pero ella botó la medicina que el marido le compró y no tomó en cuenta las otras prescripciones médicas, a las que llamó estúpidas, que no era cierto, decía, que aquel médico era un mentiroso y un busca pesos, que ella se sentía saludable y que no era verdad que ella, Josefa Muñoz, permitiría que se pudrieran como basura dentro de la casa. Y todavía cuando la diagnosticaron tísica, siguió al mismo ritmo, como si aquello no fuese con ella.
Novela que temáticamente explora el mundo de la violencia física y psicológica entre las parejas, así como el lastre de traumas pasados en los personajes involucrados. Ello con la herramienta de una prosa intimista que nos lleva de la mano a través de cada uno de los pensamientos e impulsos emocionales de los mismos.
Desde la ventana tambien miré una hoja seca que arrastraba el viento procedente del norte, y el viento que venía del sur la embestía con la misma fuerza hasta regresarla al lugar de origen. La vi transformada por el tiempo, pero pensé, aún sigue siendo materia.
Seguí ensimismado en el accionar de la calle. La vendutera con su batea a la cabeza, levantaba la voz para imponerse a la del pregonero que arrastraba su carreta repleta de mercancías frescas, las que ofrecía a quienes se acercaban a comprar unas que otras frutas, vegetales...
Cansados ya mis ojos con el movimiento de tanta gente, extendí la vista hacia el horizonte. Por más que quise enfocar el lente, la línea permanecía oblicua, con elementos que ascendían desde la superficie hasta la cima, desde la tierra hasta el cielo. Ahí pude verme, escalando peldaños.