Diez relatos cortos. Diez aventuras buscando plasmar un país en el que hechos del pasado, acciones inconclusas y sentimientos extraviados, transforman de manera inexorable a sus habitantes.
El pasado, una mezcla de alegría, ternura y horror, que arrastramos con nuestra soledad prolongada, se replica, transformado hacia el presente. Los fragmentos que llamamos recuerdos deben renacer en las páginas, convocando a un encuentro con un país que reconocemos desde la distancia del tiempo. Estos cuentos son, de cierta manera, una declaración de amor a mi país de origen, cristalizados, indefectiblemente, en un Tiempo Imperfecto.
República Dominicana tiene el privilegio de haber contado con una trilogía de patriotas decididos a fundarla libre y soberana.
Preservar ese legado constituye la mejor manera de honrar su memoria. De ahí la importancia de que las nuevas generaciones no pierdan el orgullo patrio, que se basa, justamente, en esas dos premisas.
A los adultos nos toca enseñarle a esa juventud la amplitud de los conceptos libertad y soberanía. Pues, libertad significa mucho más que poder expresar lo que pensamos, y movernos hacia donde queramos. Es, también, tener la responsabilidad de actuar con apego a la moral y el decoro que demandan la sociedad.
El cuento también tiene su propia historia. Esta suele ser tan apasionante como el mismo cuento, el otro relato. Algo parecido a lo que ocurre con el teatro tras bastidores. Lo que acontece detrás de los telones es de una intensidad mágica. En una ocasión, un gran escritor dominicano que había visto una de mis producciones teatrales pidió autorización para verla desde el interior del teatro. Confesó después que le había parecido alucinante todo lo que ocurría fuera de los ojos de los espectadores. Era como otra realización escénica. Se ha puesto de moda en el cine mostrar lo que ocurre fuera del lente de la cámara cuando se filman escenas de una película. Al público parece fascinarle ese «descubrir» el artificio, la magia.
Esta obra estudia la obra de Enrique Dussel, en la cual se integran experiencia, cultura y circunstancias alrededor de un núcleo problemático: sujeto y alteridad. Sobre este eje descansan las coordenadas de nuestra incursión, encaminada hacia una comprensión holística del entramado filosófico de su pensamiento.
Enriquillo, que se escribe y se publica en la mejor época de las letras dominicanas durante el siglo XIX, la que va de 1873 a 1900, es el único libro de Galván, y consumió muchos años de su activa existencia. Ni antes había escrito otro, ni otro escribió después aunque sí muchos excelentes artículos. Su Enriquillo es obra de muchos años, ocho o diez. Se publica incompleta en 1879; íntegra en 1882. El autor la llama leyenda, curioso nombre que en la España y la América del Romanticismo se daba a obras de imaginación tejida con hilos de historia.
Este libro recoge múltiples ensayos que por su naturaleza pueden insertarse dentro de la Política, la Economía y otras áreas del pensamiento. Fueron escritos en el tiempo de dos años, de modo que en ellos analizo diferentes aspectos de la vida económica, social, política, moral e institucional de nuestro país y del mundo.