A lo largo de una trama que discurre con gran ritmo y precisión, Jane Austen reúne una galería de personajes característicos de toda una época: la dama empeñada en casar a sus hijas con el mejor partido de la región, las hermanas que se debaten con sus vaivenes sentimentales, el clérigo adulador que peca de oportunista... El estudio de caracteres y el análisis de las relaciones humanas basadas en la costumbre, elementos esenciales de la narrativa de la autora, alcanzan en Orgullo y prejuicio cotas de maestría insuperable.
En Sentido y sensibilidad, Jane Austen explora con sutileza e ironía las opciones de la mujer en una sociedad rígida, donde el éxito o el fracaso dependen de la elección del marido. La historia se centra en dos hermanas, Elinor y Marianne, cuyas personalidades antagónicas ejemplifican dos posibles respuestas femeninas ante la hipocresía dominante: el «sentido común» y la «sensibilidad». Sin embargo, tanto un camino como el otro entrañan sus peligros.
En noviembre de 1918, tan solo unos días antes del armisticio, el teniente d'Aulnay-Pradelle ordena una absurda ofensiva que culminará con los soldados Albert Maillard y Édouard Péricourt gravemente heridos, en un confuso y dramático incidente que ligará sus destinos inexorablemente.
Édouard, de familia adinerada y con un talento excepcional para el dibujo, ha sufrido una horrible mutilación y se niega a reencontrarse con su padre y su hermana. Albert, de origen humilde y carácter pusilánime, concilia el sueño abrazado a una cabeza de caballo de cartón y está dispuesto a lo indecible con tal de compensar a Édouard, a quien debe la vida. Y Pradelle, aristócrata venido a menos, cínico y mujeriego, está obsesionado con recuperar su estatus social.
De regreso en París, los tres excombatientes se rebelarán contra una realidad que los condena a la miseria y al olvido. Así, Édouard pergeña una ingeniosísima estafa con el fin de vengarse de su progenitor, que siempre lo repudió por su sensibilidad y sus habilidades artísticas. De paso quiere ayudar al fiel Albert, cuyo prurito es huir a las antípodas para olvidar a Cécile, su amor perdido. Aunque tal vez el más ambicioso sea Pradelle, que sacudirá la conciencia de Francia entera mediante una monumental operación delictiva concebida para amasar una rápida fortuna. Los escollos son considerables, pero la voluntad de los tres parece infinita.
Esta Primavera de 1940. Louise Belmont, de treinta años, corre desnuda y recubierta de sangre por el bulevar de Montparnasse. Para entender la macabra situación que acaba de vivir, esta joven maestra deberá sumergirse en la locura de un momento histórico sin parangón: mientras las tropas alemanas avanzan de forma implacable hacia París y el ejército francés está en plena desbandada, cientos de miles de personas aterrorizadas huyen en busca de un lugar más seguro. Atrapada en este éxodo sin precedentes, y a merced de las bombas germanas y de los azares del destino, la vida de Louise acabará cruzándose en un campamento del Loira con las de dos soldados desertores de la línea Maginot, un apasionado subteniente fiel a sus principios morales y un histriónico sacerdote capaz de plantar cara al enemigo.
La crítica ha dicho...
«Una eléctrica novela coral, a caballo entre el género negro y el histórico, ambientada en 1940, cuando los tanques nazis están entrando en París. Un año que guarda inquietantes paralelismos con la actualidad.»
Con su séptimo libro de poemas, Juan Bonilla entrega una obra de plena madurez donde se alternan los tonos elegiacos y una suerte de vitalismo desengañado que no renuncia a celebrar el esplendor del mundo, sin dejar de ver ni de señalar sus miserias. Desde el inicio,Los días heterónomos parte de la limitación provocada por la enfermedad para constatar su paradójica ampliación de campo, el acceso a una“luz distinta”que es descrita con la rica e imprevisible imaginería del autor, siempre alejada de los modos consabidos. Estructurados en cuatro secciones de nueve composiciones cada una, a las que se suman un prólogo y un epílogo en verso, los poemas recogidos en el libro recorren esos días en los que, en efecto, como sugiere el título,“no somos ley de nuestro propio estar”, pero también se acogen a la memoria, con gratitud no exenta de aristas, o proyectan una mirada crítica sobre la realidad cotidiana, de algún modo redimida por el don—“esa es su magia: / la poesía es fiebre y se contagia”—que la convierte en acuñación memorable:“Por encima del arte / que a Adonis hace fiero y bello a Marte, / cántico de la vida, / no le pidas que te cierre una herida, / más bien que te las abra / con eficaz palabra / helada en luz tan pura / que sea un simulacro de sutura”. En el proceso de edición, el autor ha añadido al original premiado por el Hermanos Machado, cinco poemas ya conocidos que encuentran su lugar natural en un libro que tiene mucho de balance o recuento, hecho de fragmentos o cristales rotos con los que fabrica un espejo donde se refleja un hombre dañado pero sereno y como de costumbre incisivo, batallador, dispuesto a seguir entonando“este himno de estar vivos”.
En 1557 Europa es un polvorín y en la Florencia de los Médicis se acaba de cometer un crimen: el pintor Pontormo ha sido asesinado mientras trabajaba en los frescos de una capilla. Junto al cadáver aparece un cuadro obsceno de la hija de Cosme de Médicis y, para evitar mayores problemas con la reina Catalina de Francia y con el papa Pablo IV, un inquisidor de la peor calaña, el duque de Florencia deberá encargar al gran Vasari, su hombre de confianza, que resuelva el caso y limpie el nombre de su hija.
Aunque ambientada en el Renacimiento, esta formidable novela policiaca resuena con fuerza por su profunda reflexión sobre los grilletes morales que hoy, como ayer, amenazan la libertad artística. Un maravilloso fresco cargado de humor, romance y suspense que a través de sus múltiples perspectivas erige un desafío literario, político e histórico que produce en el lector el mismo asombro que la contemplación de un gran cuadro.
Un tour de force narrativo con el que Laurent Binet pone a prueba una vez más su talento, una novela «erudita, emocionante, edificante» (Benzine) en la que «maneja a la perfección los retratos, los colores y las líneas de fuga. Una pura obra maestra» (Page).
Truman Capote fue un maestro de las formas breves y un agudo observador y cronista de su época. Las semblanzas que reúne en este volumen son una buena muestra de ambas virtudes. Capote escribe –a veces con ternura, otras con perfidia, siempre con un estilo admirable– sobre figuras que han conformado nuestro imaginario colectivo, trazando una serie de magistrales retratos como el dedicado a las andanzas japonesas de Marlon Brando durante el rodaje de Sayonara; el ya mítico perfil de Marilyn Monroe; una bellísima rememoración en claroscuro de Tennessee Williams; una emotiva aproximación a Elizabeth Taylor; un acercamiento a «esa leyenda moderna» que fue Jane Bowles y otro al arte fotográfico de Cecil Beaton.
Y son precisamente los retratos de otro fotógrafo, Richard Avedon, los que inspiran a Capote una serie de certeros perfiles, empezando por el del propio Avedon, y luego, pasando revista a un socarrón John Huston, un ambivalente Chaplin, una coqueta Coco Chanel, un moribundo Somerset Maugham, un errante Ezra Pound, una anciana y fascinante Isak Dinesen, una Mae West de carne y hueso, un Louis Armstrong captado desde la mirada infantil, un Gide que reflexiona sobre Cocteau, un Bogart retratado a través de sus palabras fetiche, un Picasso tan genial que podría provocar instintos asesinos y un Duchamp iconoclasta que bien podría ser su reverso.
La protagonista, Joana, es una niña cuyo aburrimiento activa su imaginación. Y así empieza una narración en la que deambulan sus inquietudes e ilusiones desde la infancia hasta la madurez.
Cerca del corazón salvaje es el intento de construir la biografía de Joana desde la infancia hasta la madurez, buscando la verdad interior, estudiando la complejidad de las relaciones humanas, intentando olvidar la muerte, la muerte del padre, que Joana no aceptará jamás.
G. H. —de quien nunca conoceremos el nombre completo— es una mujer independiente, escultora aficionada y bien conectada en los círculos más influyentes de Río de Janeiro. Un día, sola en su ático, vive una experiencia extraordinaria que la enfrenta a sus propios límites. Esta vivencia le provoca náuseas de repulsión y desata un torrente de reflexiones íntimas, algunas hasta entonces desconocidas para ella misma, sobre sus emociones, temores, angustias y la esencia de su existencia. Lo que parece un suceso trivial se transforma en un catalizador que la lleva a examinar su vida desde la infancia y, finalmente, a tomar la determinación de superar sus miedos más profundos.
Este es el relato de cómo el amor se forja en dos seres: a través de un arduo desnudamiento interno los protagonistas van recuperando su identidad hasta alcanzar la renovación vital en la mutua entrega.
En la búsqueda de su individualidad, el verdadero aprendizaje de la protagonista es cómo darle cabida a su manera de ser mujer en la sociedad. No le preocupan la maternidad, las opiniones familiares ni la soltería, sino su involuntaria resistencia a la propia vida.