Considerado uno de los castrati más famosos del siglo XVIII, Farinelli cuenta en primera persona su vida, de la mano de la historiadora y escritora Vega de Martini (1949), a través de un jugoso texto que revela las aventuras del cantante napolitano. Sus estancias en Roma, Viena, Londres, Madrid, Bolonia. La gran amistad con Metastasio, el amor por Teresa Castellini, el estigma de la castración, los desvelos por las óperas, las afinidades y recelos de los artistas cortesanos, el desapego y la familiaridad trazan un panorama en el que resalta la enorme profesionalidad del astro italiano. El ensayo lo completa un epílogo de Bonet Correa, que abrocha con su sabiduría el retrato de Farinelli.
En 1869 se publicó Aquellas mujercitas, la segunda parte de Mujercitas, donde los protagonistas tienen ya una vida adulta. La novela alcanzó de inmediato un gran éxito. A pesar de la fama y la prosperidad económica, Louisa no consiguió ser feliz, debido a su mala salud y a sus frustraciones. La fuerte demanda de más libros como Mujercitas y Aquellas mujercitas la encerraron en un estilo doméstico y poco satisfactorio para la sensibilidad de nuestra escritora. Este mismo año se unió a las sufragistas de Nueva Inglaterra, hecho que se reflejará en sus escritos, ya que defenderá ene más vehementemente que nunca los derechos de la mujer.
LOUISA MAY ALCOTT (Germantown, Pensilvania, 1832-Boston, 1888). Desde muy joven estuvo influenciada por los escritos de los autores trascendentalistas, pero los tropiezos económicos de su padre la obligaron a trabajar para mantener a su familia, realizando labores de empleada de hogar, costurera, maestra y enfermera durante la guerra de Secesión, en Georgetown. Louisa May Alcott escribió doscientas setenta obras que van desde la poesía hasta la tragedia y del género infantil al de adultos.
Antonio y Cleopatra mantiene estrecha relación con otras dos obras de Shakespeare, Julio César (de composición anterior) y Coriolano (de composición posterior), denominadas las tres como «tragedias romanas». El tejido de interrelaciones de tradiciones textuales y orales que confluyen en Antonio y Cleopatra se perfila como una red compleja bajo la clave de escritura dramática. La representación de Antonio y Cleopatra como símbolos o arquetipos sobrepasa la instancia histórica o contextual y mantiene los elementos de individuación necesarios para aproximar la representación a la realidad, a la persona. Shakespeare trabaja en Antonio y Cleopatra, como también lo había hecho en Julio César, la colisión que se produce en los grandes personajes en su lucha entre las cuestiones de Estado y sus vidas
interiores. El centro de interés en Antonio y Cleopatra radica en la profundización de dos personajes legendarios, en un marco político conflictivo, que hace imposible su amor. La unión del contenido mítico de ambos personajes con sus características humanas constituye uno de los centros neurálgicos de la obra.
Anna Karénina, que Tolstói empezó a escribir en 1873 y no vería publicada en forma de libro hasta 1878, es una exhaustiva disquisición sobre la institución familiar y, quizá ante todo, como dice Víctor Gallego (autor de esta nueva traducción), «una fábula sobre la búsqueda de la felicidad». La idea de que la felicidad no consiste en la satisfacción de los deseos preside la detallada descripción de una galería espléndida de personajes que conocen la incertidumbre y la decepción, el vértigo y el tedio, los mayores placeres y las más tristes miserias.
La historia de Anna Karénina, junto a la de Madame Bovary, es la del adulterio más célebre de la literatura. El enamoramiento de la protagonista, casada con el alto funcionario Karénin, por el atractivo militar Vronski y el estrepitoso romance que con él vive son el eje de una novela que es mucho más que la pulida tragedia de una caída en desgracia: es un esmerado y delicado retrato de todo un tiempo y un lugar, la vivisección de una sociedad en la que la felicidad de algunos convive con la desdicha de otros.