Un relato admirable y ya clásico, en la estupenda traducción de Julio Cortázar. Un emperador romano se inclina sobre su pasado: el poder, las conquistas, los turbios episodios palaciegos, las horas de triunfo y de peligro... Adriano cuenta su propia vida y poco a poco el César va dejando asomar al hombre, su atormentada intimidad, su secreto, que habría de fijarse en estatuas, en poemas, en templos. Bajo la forma de una autobiografía imaginaria minuciosamente fundamentada en la realidad histórica, Marguerite Yourcenar reconstruye un tramo espectacular de la historia.
Memorias de una joven formal traza las primeras etapas de un aprendizaje -existir sin concesiones a falsos ideales o autoengaños- y culmina con un gran encuentro; recién ingresada en la Sorbona, Simone de Beauvoir traba amistad con alguien a quien acaba de conocer, Jean-Paul Sartre, que le dice: "A partir de ahora la tomo entre mis manos".
SIMONE DE BEAUVOIR (1908-1986), escritora francesa, fue también inseparable compañera de Jean-Paul Sartre durante más de cincuenta años. Su obra abarca tres vertientes: la literaria (La invitada. Los mandarines), la ensayística (El segundo sexo) y la memorialistica (Memorias de una joven formol. La plenitud de la vida. La fuerza de las cosas. Final de cuentas y, tras la muerte de Sartre, La ceremonia del adiós).
Traducción de Silvina Bullrich
Addie Bundren, antigua maestra
de escuela, yace agonizante mientras
sus hijos y su marido aguardan
el momento de su muerte y se disponen
a cumplir su voluntad de ser enterrada
en el cementerio de Jefferson, a más
de sesenta kilómetros de distancia, junto
a sus antepasados. La narración
de las peripecias que corren los pobres
e ignorantes miembros de la familia
Bundren a lo largo del extraño •
y accidentado traslado del cadáver
en carromato de muías, da pie a William
Faulkner (1897-1962) para levantar
en las páginas de Mientras agonizo (1930)
una de sus novelas más ricas. Sirviéndose
del monólogo interior de los personajes,
crea un relato poliédrico que,
cual una piedra tallada, va reflejando,
según la faceta a través de la cual
apreciamos su unidad, los infinitos
claroscuros de la naturaleza humana.
Este es probablemente el libro más famoso de Stefan Zweig. En él lleva a su cima el arte de la miniatura histórica y literaria. Muy variados son los acontecimientos que reúne bajo el título de Momentos estelares: el ocaso del imperio de Oriente y la caída de Constantinopla a manos de los turcos en 1453; el nacimiento de El Mesías de Hán-del en 17 41; la derrota de Napoleón en 1815; el indulto de Dostoievski, momentos antes de su ejecución, en 1849; el viaje de Lenin hacia Rusia en 1917... «Cada uno de estos momentos estelares—escribe Zweig—marca un rumbo durante décadas y siglos». Como lectores descubrimos, de este modo, mínimos, inesperados puntos de inflexión de la historia, a los que asistimos con la fascinación que la escritura de Stefan Zweig siempre nos produce.
En la primavera de 1938, monsieur Pierre Pain, acupuntor y seguidor convencido de las teorías mesméricas, recibe el cometido de tratar el hipo de un sudamericano abandonado a su poca suerte y escasos medios en un hospital de París. Lo que a priori parecía un extraño caso de fiebre alta, no obstante, se presenta ante sus ojos como un entramado de proporciones inimaginables y abre la puerta a preguntas cuyas respuestas Paín tendrá que desvelar.
La actualidad de los grandes autores, como Montaigne, es permanente y múltiple. Pero Stefan Zweig, en un momento en que se ciernen sobre él el drama de la guerra y una íntima y trágica desesperanza, fija su atención en un elemento que es fundamental en el autor de Los ensayos: el esfuerzo por mantener a salvo la propia independencia en una sociedad cada vez más brutal y gregaria. El texto de Zweig sobre Montaigne no es un frío estudio destinado a especialistas, sino una obra emocionada y vibrante dirigida al público habitual del autor vienés. Una obra que Zweig ni siquiera llegó a concluir, porque antes se quitó la vida. A pesar de todo, en vista de la fuerza de este hermoso libro, ¿podemos interpretar que la esperanza de Montaigne se hizo presente en algún momento también en Zweig, y que el gran escritor vienés concibió, a pesar de todo, una nueva aurora para Europa?