Habitamos un tiempo crepuscular: crisis económicas, guerras, pandemias, malestar cultural... Asistimos al auge de discursos políticos asentados sobre la melancolía y la nostalgia de un pasado que fue mejor, incapaces de efectuar una interpretación con sentido del propio presente. Un futuro cancelado y un pasado que echamos de menos. En todos ellos se observa un repliegue de impotencia reaccionaria, agravio y resentimiento. Y, por encima de todo, una necesidad punzante: volver a casa.
Hoy, se da una respuesta melancólica a ese malestar que recorre la derecha y la izquierda. En El tiempo perdido, con la ayuda de Proust y algunos filósofos y filósofas, Clara Ramas nos propone una salida diferente. El melancólico se aferra al objeto amado y quiere volver a una Edad Dorada ―la patria, el orden, los roles de género y de clase, la vida mejor de nuestros padres, la Transición, la Tradición―. Pero el retorno es imposible para nosotros, seres finitos, hablantes y modernos. Estamos siempre de camino, pero nunca del todo en casa. Pese a todo, quizás existe una milagrosa posibilidad de «recobrar el tiempo», pero ciertamente no será la que prometen los nuevos melancólicos y las fuerzas reaccionarias.
Argel, 1956. Fernand Iveton, un joven obrero comunista de treinta años, decide mostrar su apoyo a la causa independentista del FLN contra Francia colocando una bomba. La peculiaridad de Iveton es que es un pied noir, es decir, un francés blanco nacido en Argelia, y ese colectivo estaba entonces masivamente al lado del gobierno colonial.
La bomba, estratégicamente dispuesta en un lugar donde no pueda provocar heridos ni víctimas, es desactivada antes de que estalle, y el activista acaba detenido. Es interrogado, torturado y condenado a muerte. Sus abogados piden clemencia a las más altas instancias, entre otros al ministro de Justicia de entonces, que es el futuro presidente François Mitterrand. Pero el perdón no llega, e Iveton se convertirá en el único pied noir ejecutado por el gobierno francés durante la larga guerra de Argelia.
En su momento, el caso sacudió a la opinión pública: ¿era Iveton un héroe o un terrorista? ¿Un idealista o un criminal? ¿Un adalid de la libertad frente al colonialismo o un traidor a su país? El libro reconstruye con los instrumentos de la narración novelística la historia real del protagonista: el atentado fallido, la detención, el proceso, pero también la infancia de Iveton, la relación con su amada Hélène, sus ideales de justicia social… La literatura repara una injusticia. La literatura rescata del olvido a un ser humano cuyo nombre se diluyó entre las muchas víctimas de una sangrienta guerra.
Tras perder a su marido y descubrir un doloroso secreto, Isabelle decide mudarse a París, la ciudad que adora desde que era niña. Lo hace justo antes de cumplir cuarenta años con la esperanza de empezar allí una nueva vida.
Se instala en un piso cerca de su mejor amiga y comienza a trabajar en una preciosa librería inglesa frente al Jardín de Luxemburgo. Envuelta en la atmósfera parisina, Isabelle volverá a ilusionarse y a soñar. También viajará a Londres, donde encontrará no solo nuevas alegrías, sino el camino hacia un nuevo amor.
Entre libros y canciones, y animada por el cariño de sus queridas amigas Marta y Léa y del divertido Thomas, Isabelle descubrirá que hay muchos tipos de relaciones y que allí donde surge el enamoramiento verdadero sobran los prejuicios. Porque el amor real nunca es perfecto.
Un mundo de fantasía en el que historia y magia se entrelazan de manera prodigiosa
Por la autora de JONATHAN STRANGE Y EL SEÑOR NORRELL
Tras las verdes colinas y los bosques silenciosos se ocultan confines misteriosos, más allá de los cuales la realidad se pliega en formas mágicas y llenas de peligros. Los protagonistas tienen que verselas con seres traviesos y maliciosos que se divierten alterando el sentido y el orden de las cosas. En estos ocho relatos, los magos y las hadas se entrometen en las vidas absolutamente anodinas de párrocos locales y princesas engreídas, así como en el destino de figuras históricas como María Estuardo, reina de Escocia, o el duque de Wellington.
La vida de Octavio Paz corre en paralelo a la historia política y cultural del siglo XX. Su actividad literaria, diplomática y artística; su conocimiento de otras realidades externas a la de su país, y la relación con sus coetáneos lo convierten en una figura esencial de la cultura en español. Esta antología propone un original itinerario cronológico por la obra de Paz que entrelaza la prosa con la poesía, las cartas con los ensayos y otros escritos, hasta conformar una biografía vital y literaria del mexicano a través de sus textos. El libro se completa con estudios de especialistas y escritores tanto de su tiempo como pertenecientes a generaciones posteriores, que ofrecen una visión amplia y rica de la creación del premio Nobel.
Leah ha vivido con akinetopsia, o ceguera al movimiento, desde que era niña. Durante los últimos veinte años, no ha podido percibir el movimiento. Mientras pasea por su vecindario en Upper Manhattan con su bastón blanco guiando el camino, la mayoría de la gente asume que es ciega. Pero la verdad es que Leah ve mucho, y con sus agudos sentidos del olfato y la audición, muy poco escapa a su atención.
Lleva una vida tranquila y ordenada, con poco contacto humano más allá de su ama de llaves de toda la vida, su psicólogo y su anciana vecina. Todo eso cambia cuando Alice se muda al apartamento de al lado y Leah puede oler de inmediato la ansiedad que emana de ella. Lo que es peor, Leah no puede evitar escuchar a Alice y a un visitante nocturno involucrarse en una violenta discusión. Preocupada, entabla amistad con su vecina y descubre que Alice está en medio de un complicado divorcio de un esposo abusivo.
Luego, una noche, Leah se despierta con alguien en su apartamento. Pierde el conocimiento y por la mañana se pregunta si soñó el episodio. Sin embargo, el aroma del intruso la sigue a todas partes. Y cuando escucha a Alice al otro lado de la pared suplicando su ayuda, Leah toma una decisión que pondrá a prueba su valentía, su fuerza y, en última instancia, su cordura.