Una madre: Sethe, la esclava que mata a su propia hija para salvarla del horror, para que la indignidad del presente no tenga futuro posible.
Una hija: Beloved, la niña que desde su nacimiento se alimento le leche mezclada con sangre, y poco a poco fue perdiendo el contacto con la realidad por la voluntad de un cariño demasiado denso.
Una experiencia: el crimen como única arma contra el dolor ajeno, el amo como única justificación ante el delito y la muerte como paradójica salvación ante una vida destinada a la esclavitud. Con este dolor y este amor en apariencia indecibles la ganadora el Premio Nobel de Literatura 1993 ha construido una soberbia novela, que en 1988 le valió el Premio Pulitzer.
Esperando a los bárbaros es una novela de clara intención moral: una parábola de una Sudáfrica desquiciada por el racismo, una denuncia de la brutalidad y de la arrogante ignorancia del poder. Por el Premio Nobel de Literatura J.M. Coetzee.
Un día el Imperio decidió que los bárbaros eran una amenaza para su integridad. Primero llegaron al pueblo fronterizo policías, que detuvieron sobre todo a quienes no eran bárbaros pero sí diferentes. Torturaron y asesinaron. Después llegaron los militares. Muchos. Preparados para realizar heroicas campañas militares.
El viejo magistrado del lugar trató de hacerles ver con sensatez que los bárbaros habían estado desde siempre allí y nunca habían sido un peligro, que eran nómadas y no se les podía vencer en batallas campales, que las opiniones que tenían sobre ellos eran absurdas... Vano intento. El magistrado solo logró la prisión y el pueblo, que había aclamado a los militares cuando llegaron, su ruina.
Un accidente trunca brutalmente la idílica relación entre una niña y su caballo. La madre deberá recurrir a un hombre muy especial, de quien se dice que posee poderes para comunicarse con los caballos y sanar su espíritu...
La solidaridad entre las personas, la armonía con la naturaleza y la fuerza de los sentimientos subyacen como motor de esta novela inolvidable, adaptada al cine en una superproducción dirigida y protagonizada por Robert Redford.
En los años de entreguerras, un transatlántico, el Virginian, recorría las rutas entre Europa y América, con una carga de millonarios, de turistas, de emigrantes...
En el Virginian tocaba cada noche un pianista extraordinario, llamado Novecento, con una técnica maravillosa, capaz de arrancar notas mágicas, inauditas.
«-¿Usted no encuentra, pues, odioso, despreciable, que una mujer abandone a su marido y a sus hijos para seguir a un hombre cualquiera, del que nada sabe, ni siquiera si es digno de amor? ¿Puede usted realmente excusar una conducta tan atolondrada y liviana en una mujer que, además, no es ya una jovencita y que siquiera por amor a sus hijas hubiese debido preocuparse de su propia dignidad?»