«Solo en este olvidado embarcadero entre México y Guatemala reuniré el coraje para escuchar a mi corazón y desentrañar lo que sucedió contigo, conmigo, con nosotros, en esta temporada de guerra».
En Frontera Corozal, un pequeño poblado a orillas del Usumacinta, un par de migrantes descubre el cadáver de una chica de catorce años. Pronto se sabe que fue asesinada por su prima y el novio de esta en presencia de dos pequeños de ocho y diez años. Luis Roth, el brillante fundador del Centro de Estudios en Neurociencias Aplicadas, se obsesiona con el caso y convence a su grupo de amigos y colaboradores para averiguar qué pasa en los cerebros de unos niños que se convierten en criminales. Junto con Lucía Spinosi, su alumna más cercana, Roth viaja a Chiapas para iniciar sus estudios pero sufre un terrible accidente. A partir de ahí, la joven neurocientífica será la responsable no solo de continuar el trabajo de su maestro, sino de revelar cada una de las vidas que Roth mantenía en secreto. Sus descubrimientos y el apego que siente por Saraí, la joven culpable, la obligarán a revivir su propia cadena de abusos y a sumar nuevas heridas a las del pasado.
Partes de guerra, una desgarradora investigación sobre los orígenes de la violencia y una meditación acerca de las identidades ocultas de cada uno, provoca y conmueve con dos historias paralelas que alimentan nuestras preguntas en torno a la amistad, la envidia, el amor y las pérdidas.
Tras ser víctima de un salvaje atentado, Laura pierde completamente la memoria. Solo el cariño de Carlos, el hombre del que se ha enamorado, le ayuda a percibir destellos de su misterioso pasado. Pero ¿quién es Laura? ¿Qué le sucedió? Durante una cena romántica, Carlos desaparece de forma inexplicable y sin dejar rastro. Una llamada al móvil de la joven le anuncia que, si quiere volver a ver con vida a su pareja, tendrá que aceptar un peligroso reto de insospechadas consecuencias: robar las reliquias del Apóstol en la catedral de Santiago.
Sin dudar un segundo, Laura se embarca en una misión imposible para cualquiera. Pero ella no es cualquiera.
Una impactante novela, de ritmo frenético y sorprendentes revelaciones, en la que Manel Loureiro conquista al lector y lo atrapa irremediablemente.
Militza y Stana, hijas del empobrecido rey de Montenegro, se ven forzadas a casarse con dos miembros de la aristocracia rusa para que su padre pueda recuperar parte de su poder.
La vida, a pesar del esplendor de la corte del zar Nicolás, no es fácil. Una de ellas, Militza, parece tener poderes ocultos y siente fascinación por todo lo que tenga que ver con la magia y el espiritismo. Ante una influenciable zarina Alexandra, que haría cualquier cosa para darle al país el heredero que está esperando, despliegan su relación con el más allá, y entre sesiones de espiritismo, pócimas engañosas y coqueteos con la magia negra, logran hacerse con un gran poder en la corte.
Sin embargo, cuando den con Rasputín, precisamente en la búsqueda de un hombre con poder espiritual, descubrirán que quizás han ido demasiado lejos.
Un día cualquiera, a finales de los años setenta, la protagonista abrió la puerta de su casa y vio cómo su madre se iba en una motocicleta Harley-Davidson con su vecino: un extravagante pintor y lector de cartas zodiacales. Muchos años después, narra a su hija las circunstancias que llevaron a esa partida y también las que la precedieron en un relato que reúne a tres generaciones de mujeres y casi seis décadas de acontecimientos históricos (desde los movimientos estudiantiles del 68 hasta la pandemia actual, pasando por las dictaduras y la caída del Muro de Berlín): una mirada subversiva y feminista del país y del mundo durante ese periodo. Una vida fuera de lo común, sorprendente y conmovedora, pero desprovista de sentimentalismos.
Con inteligencia narrativa, sentido del humor y una visión nostálgica de un mundo que se fue, Rosa Beltrán nos regala un relato intimista y deslumbrante que encontrará eco en varias generaciones de lectores que han vivido, de una forma u otra, lo que se cuenta.
«Hace poco un amigo me dijo que todavía sueña con la escolanía, con los pasillos por los que nos movíamos. Siempre que me junto con la gente de entonces las conversaciones acaban tratando sobre aquellos años, y así las historias se mantienen frescas. Creo que desde entonces he comido coliflor muy pocas veces. Le cogí manía. ¿Te acuerdas de la cubierta de bechamel? No sabíamos lo que había debajo. Veíamos las bandejas al entrar al comedor y pensábamos que eran canelones, y luego era una decepción cuando nos servían. [...] También me ocurre que hay conocidos de aquel entonces que han seguido trabajando en el mundo de la música, y cuando me topo con ellos empezamos a contar batallitas, y al final hay una red tan grande de recuerdos y anécdotas que uno no sabe dónde acaba aquella época y empieza esta, lo que sea que esté pasando ahora».
«Pasaron el tiempo y una multitud de cosas, tantas que ahora forman un torbellino. Estoy aquí solo, la sombra del cuerpo se ha ido alargando, a la vez que vuelven a mí mechas sueltas de aquellos tiempos».
Un hombre regresa, después de mucho tiempo, a su lugar de origen y, apostado en un punto desde el que puede ver todos aquellos sitios que marcaron su vida -su hogar, la escuela, donde jugaba con sus amigos, donde experimentó el dolor, la violencia, el miedo y el odio-, recuerda su infancia y esa frontera vital que es el paso a la adolescencia.
Mil doscientos pasos es la distancia exacta que separa a este hombre de la casa familiar en esta historia de iniciación, de amistad, de descubrimiento de la vida y también de la maldad, de secretos no confesados por el temor a las consecuencias. Esta novela es el relato emocionante de un momento crítico de nuestro pasado: los años duros y oscuros de la posguerra.