Una mujer es asesinada de forma macabra y sólo hay un testigo: su hija de siete años, que permaneció escondida bajo la cama y que ahora es incapaz de hablar. El detective de la policía islandesa Huldar, que se enfrenta a su primer caso importante tras su reciente ascenso, se encuentra bajo una gran presión para resolver el brutal crimen. Huldar tendrá que recurrir a Freyja, una perspicaz psicóloga infantil, para desbloquear la mente de la niña y obtener alguna pista de la que tirar: es su única oportunidad para llegar hasta la mente del asesino. El problema es que Freyja no se fía de Huldar, a quien conoció una noche para luego desaparecer. Los dos se verán obligados a trabajar juntos para encontrar a un asesino que deja en la escena del crimen extrañas pistas en forma de códigos numéricos. Freyja y Huldar deberán emprender una carrea contrarreloj para identificar al asesino antes de que siga matando impunemente.
La inspectora de policía Leonore Asker es brillante, tenaz y posee una inteligencia fuera de lo común. Es la mejor candidata para dirigir el Departamento de Delitos Violentos, pero cuando la hija de una familia adinerada de Suecia desaparece, sus superiores la apartan del caso y la trasladan a la Unidad de Casos Perdidos, una sección de la policía formada por compañeros de dudosa reputación. Humillada, en su nuevo puesto Leo se verá envuelta en la que parece ser una investigación trivial. Sin embargo, cuando encuentran una figura en miniatura idéntica a la de la joven desaparecida en una gran maqueta ferroviaria, Asker comprende que se enfrenta a un asesino y que solo hay una persona que puede ayudarla a encontrarlo: su amigo de la infancia Martin Hill, profesor de arquitectura y experto en exploración urbana.
El 14 de febrero de 1942, el Vyner Brooke, un barco mercante que transportaba a un grupo desesperado de expatriados que huían de Singapur fue hundido por bombarderos japoneses. Aunque muchos de los pasajeros se ahogaron de inmediato, Nesta, enfermera australiana y Norah sobrevivieron milagrosamente pero fueron tomadas como prisioneras de guerra y trasladadas a campos.
Durante casi cuatro años, junto con cientos de mujeres y niños, lucharon por sobrevivir, contra enfermedades, el hambre y la brutalidad impensable infligida por los soldados japoneses y consiguieron encontrar, en sí mismas y juntas, un coraje e ingenio extraordinarios.
Frente a un siniestro caserón de piedra, anclado en medio de la cuenca minera asturiana, se detiene un coche de servicios sociales. Dentro del vehículo, Dani Sorribes no acaba de asimilar que haya acabado en ese lugar ni que, con solo trece años, haya quedado huérfano. Desde la ventanilla, no quita ojo a la figura que se recorta sobre el cielo. Una estructura metálica que se eleva junto a un oscuro bosque de hayas, en una mina abandonada que, nada más verla, le ha provocado un escalofrío.
Fuera del coche, Alicia, la mujer que lo acoge, le espera con una sonrisa amable y una mirada gélida. Para ella, la mina pertenece a una vida pasada de la que solo queda un amargo recuerdo. Cerrada años atrás, tuvo su origen en un pueblo detenido en el tiempo, desahuciado, casi deshabitado, y donde las casas se cierran todas las noches a cal y canto.
La obra de Ernesto Cardenal (Granada, 1925-Nicaragua, 2020), de una importancia capital y calidad incontestable, se sitúa en las encrucijadas históricas y estéticas de una parte muy relevante de la poesía contemporánea. Desde que en los años cincuenta empezaron a circular copias mimeografiadas de algunos de sus epigramas, su capacidad para conectar con los lectores ha sido extraordinaria: así, Salmos, Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, los «poemas indios», Oráculo sobre Managua, Cántico cósmico o Telescopio en la noche oscura han ampliado las posibilidades de la palabra poética en el ámbito hispánico.
Su obra tuvo una especial voluntad de comunicación, de sencillez y claridad; a partir de su objetivismo, de incorporar elementos de la vida real, cosas concretas, tanto datos históricos como detalles precisos de cifras, hechos y anécdotas, alcanzó las más altas cotas líricas, en la relación con los otros, consigo mismo y su fe, así como con el universo totalizador en un encuentro místico: «En mi poesía cabe absolutamente todo», afirmaba. Asimismo abrió nuevas vías poéticas, que darían figuras de la talla de Nicanor Parra, Mario Benedetti y el primer Gelman.
En una Valencia invernal la protagonista, una escritora en horas bajas se encuentra bloqueada en su proceso creativo hasta que su editora le manda la correspondencia entre el filósofo Albert Camus y la actriz María Casares. Al leer esta legendaria historia de amor, una de las más impresionantes del siglo XX, en ella se prende una chispa.
1944. En el París ocupado, Edith Piaf canta en los tugurios y los teatros están a reventar, pues la gente necesitaba soñar. En casa de Michel Leiris, María Casares, la joven actriz de origen español y republicana conoce a Albert Camus, escritor aclamado y miembro de la Resistencia. Se llevan diez años y se hacen amantes el mismo día que 15.000 paracaidistas americanos descienden sobre Normandía. Pero, Camus está casado con una joven en Argel, Francine, que pronto llegara a París.