Este libro no es un tratado, no es de culinaria y, más que para mujeres tristes, parece escrito para mujeres alegres, demasiado alegres. Héctor Abad, una de las principales voces de la literatura colombiana, aborda con un humor sutil la psicología femenina, y propone lo que él mismo llama "repentinos antídotos para la pertinaz melancolía". Recetas para seducir, consejos contra el mal de amores o la soltería, remedios contra la tristeza... "¿Quién te ha dicho que se prohíbe estar triste? No dejes que te receten alegría, como quien receta una temporada de antibióticos. Si dejas que te traten tu tristeza como una perversión, o en el mejor de los casos como una enfermedad, estás perdida: además de estar triste te sentirás culpable. Y no tienes la culpa de estar triste.
Inmersos en el clima asfixiante de un cerrado valle, un médico y su hijo visitan a sus habitantes descubriendo sus enfermedades, no sólo físicas, sino también morales y sociales, así como su profunda incomunicación. El perturbador periplo culmina en el frío castillo de Hochgobertnitz, donde el príncipe Saurau, un noble decadente y patético pero inequívocamente genial, se halla tan próximo a la sabiduría total como a la locura definitiva. Hasta llegar a él, figura culminante de la novela, Bernhard nos presenta un mundo novelesco que es también la metáfora de «una población básicamente enferma, propensa a la violencia y al desvarío».
Mientras de niña Nora Davis dedicaba las tardes a hacer los deberes en su habitación, no tenía ni idea de que su padre estaba asesinando mujeres en el sótano.
Hasta el día en que la policía llamó a la puerta.
Décadas más tarde, el padre de Nora pasa su vida entre rejas y ella es una cirujana de éxito con una existencia tranquila y solitaria. Nadie sabe que su padre es un famoso asesino en serie. Y ella está dispuesta a todo para que siga siendo así.
Entonces Nora descubre que una de sus jóvenes pacientes ha sido asesinada. De la misma horrible y peculiar manera en la que su padre mataba a sus víctimas.
EL AUTOR DE LA NOVELA TRES DÍAS DE FELICIDAD VUELVE PARA EMOCIONARNOS Kumorizora tiene un trabajo algo peculiar. Ha desarrollado la capacidad de poseer a las personas. Su trabajo consiste en poseer a su objetivo y llevarlo a suicidarse de manera que parezca natural. Todo se tuerce cuando su siguiente encargo implica provocar el suicidio a Aozora, una chica frágil y misteriosa que no parezca que vaya a oponer resistencia a su posesion. En ese instante, Kumorizora decide que observará un poco más el día a día de Aozora para determinar porqué ha tomado de buen grado su destino.
Sobre un fondo de boleros, el protagonista de esta novela atraviesa la adolescencia con la frente cuajada de acné. Cada uno de aquellos granos era un pecado mortal, según le decía el confesor. El sentido de la culpa no podía desligarlo del pacer y éste era la hierba quemada del verano, el sonido de la resaca en la playa bajo el cañizo ofuscado por la luz del arenal.
Sobre un fondo de crímenes famosos en aquella Valencia todavía huérfana de los años cincuenta se desarrolla la conciencia del protagonista. El crimen de la envenenadora, el garrote vil a aquel esquizofrénico que asesinó y cubrió de flores a la niña antes de depositarla en una acequia, la aparición de las piernas depiladas de un hombre con las uñas pintadas dentro de un saco: a través de esta geografía de la memoria un tranvía con jardinera cruzaba la ciudad y se dirigía a la playa de la Malvarrosa. En ese espacio olvidó el protagonista la neurosis del padre, la tortura de una educación religiosa, la sordidez de aquel tiempo. Desde el fondo de la adolescencia llegó a Valencia un día en que todos los escaparates de las pastelerías exhibían la imagen del general Franco confeccionada a base de frutas confitadas.
Tracy Flick es la esforzada subdirectora de un instituto público en una tranquila y pequeña ciudad de Nueva Jersey. A sus cuarenta años, lleva una vida apacible y, aunque su ambición es menor que en su juventud, cuando surge la oportunidad de convertirse en la próxima directora del centro, Tracy lo tiene claro: ha llegado el momento de demostrar lo que vale. Pero las cosas se complican al entrar a formar parte del comité de selección para el recién estrenado Salón de la Fama del instituto. El empeño de sus compañeros en homenajear a Vito Falcone, un mediocre quarterback de dudosa reputación, la sitúa en una posición comprometida.