El placer nunca ha sido tan letal.
Se podría decir que Rose Cassidy no vive; simplemente existe. La indolencia es la única manera que tiene de sobrevivir en este mundo. Pero cuando Danny Black la toma como rehén en un mortal juego de poder, ella se encuentra confrontada no solo por el miedo, sino por un insospechado deseo que amenaza con consumirla. Ha oído hablar de Black, también conocido como el Británico. Es cruel. De sangre fría. Y de un magnetismo oscuro que despierta lo prohibido en Rose. A medida que él desentraña sus capas, ella se encuentra luchando contra una atracción retorcida que desafía su instinto de supervivencia.
A diferencia de su hermano Boyd, Virgil Caudill nunca se ha metido en problemas. Trabaja como basurero y solo aspira a comprar la vieja cabaña de su padre y a casarse con su novia del instituto. Sin embargo, su vida da un vuelco cuando Boyd es asesinado. El código no escrito entre la gente de los cerros de Kentucky establece que los Caudill deben vengarse, y todo el mundo ―incluso el sheriff― espera que Virgil actúe. Agobiado por la situación y las consecuencias de una elección imposible, Virgil decide huir a Montana, donde conocerá a un inquietante grupo de gente armada que no acata las leyes ni paga impuestos. Publicada originalmente en 1997, la primera novela de Chris Offutt explora la necesidad que tenemos de pertenecer a un lugar y una comunidad.
Magnéticos e irresistibles. En cada uno de los cuentos de El buen mal, Samanta Schweblin nos abduce a otra dimensión donde quedamos en contacto íntimo con sus personajes. Encandilados por el fulgor de la inminente tragedia, vulnerables y profundamente humanos, advierten cuánto podría transformarlos la irrupción de lo inesperado. A algunos los dejará de pie frente al dolor, a otros dialogando con la culpa y a todos atravesados por la incertidumbre. ¿Importa saber qué es verdad? Se trata, de principio a fin, de ser partícipes de un fenomenal artificio literario. Con inédita perspicacia, Schweblin intuye el punto de quiebre de una voluntad, la intensidad premonitoria de un temblor y la lejanía que impone la ternura. Conoce la mejor de las infinitas posibilidades de una historia y el modo de encajar las piezas de una trama para dar con un gran relato que se hunda y proyecte, oscurezca e ilumine el día a día de la época y el alma de quienes la habitan. En su literatura, premiada internacionalmente, los filos entre realidad y ensueño deslumbran como los de un cuchillo.
Diego no es un muchacho cualquiera, es el hijo del mayor héroe de la época. Su padre, Rodrigo Díaz de Vivar, se ha esforzado por convertirlo en el mejor de sus capitanes. Algo que el chico persigue sin tregua a pesar de que la devoción filial que antes le profesaba ha ido desvaneciéndose ante la mirada inquieta de su madre, Jimena. En estos últimos años, el rencor ha hecho del Cid un hombre cruel, capaz de condenar a quienes más le aman. Y Diego, siempre dispuesto a servirle como lo haría un buen vasallo, tendrá que enfrentarse con la verdad sobre su padre y señor.
Un siglo antes de Juego de tronos, dos héroes insólitos recorrieron Poniente...
El joven Ser Duncan el Alto, un ingenuo pero valiente caballero errante, sobresale por encima de sus rivales en estatura, aunque no en experiencia. Le acompaña su diminuto escudero, un muchacho llamado Egg, quien debe mantener en secreto su verdadera identidad ante todos aquellos que se crucen en su camino.
Puede que nadie hubiera esperado ver a estos inesperados compañeros convertidos en héroes, pero el destino tiene reservado para ellos un camino plagado de poderosos enemigos, intrigas palaciegas y hazañas de leyenda.
El caballero del Jubón amarillo se desarrolla en el mundo de los corrales de comedias del Madrid del siglo XVII. En esta ocasión Diego Alatriste volverá a cruzarse con viejos amigos y viejos enemigos, y con los personajes famosos de la época como Lope de Vega, Calderón de la Barca y el capitán Alonso Contreras.
Lances, estocadas, intrigas palaciegas y aventuras amorosas salpican un relato de acción trepidante.
«Don Francisco de Quevedo me dirigió una mirada que interpreté como era debido, pues fui detrás del capitán Alatriste. Avísame si hay problemas, habían dicho sus ojos tras los lentes quevedescos. Dos aceros hacen más papel que uno. Y así, consciente de mi responsabilidad, acomodé la daga de misericordia que llevaba atravesada al cinto y fui en pos de mi amo, discreto como un ratón, confiando en que esta vez pudiéramos terminar la comedia sin estocadas y en paz, pues habría sido bellaca afrenta estropearle el estreno a Tirso de Molina. Yo estaba lejos de imaginar hasta qué punto la bellísima actriz María de Castro iba a complicar mi vida y la del capitán, poniéndonos a ambos en gravísimo peligro; por no hablar de la corona del rey Felipe IV, que esos días anduvo literalmente al filo de una espada.