Una joven llega a su casa y descubre que su pareja se ha ido. Decide esperarla, obedeciendo el mandato que la relación misma ha impuesto: beber mucha agua y no comer. Conforme las horas avanzan, el silencio comienza a llenarse de voces: las del mundo y las de su cabeza, voces de su madre y de su abuela, que le hablan de su infancia en un pueblo cañero a la orilla del río.
Autofagia es una novela coral que nos acerca a un mundo de ausencias, a un presente nebuloso que parece devorarse a sí mismo. Es la tercera novela de Alaíde Ventura Medina, una de las narradoras más interesantes de la lengua hispana.
Un día, nace un niño en una familia. Sus ojos negros bailan, perdidos en el vacío. Es un ser vulnerable que nunca aprenderá a caminar, un inadaptado que traza una línea invisible entre sus parientes y los demás.
Esta es la historia de este niño en su casa natal de las Cevenas, en medio de una naturaleza poderosa y de montañas protectoras, de los sobresaltos de la infancia y de la relación con sus hermanos. Con el mayor, que se funde con el pequeño, que se apega, se entrega a él y se pierde en él. Con la menor, en quien arraigan la aversión, la ira y el rechazo hacia un ser que absorbe la alegría de sus padres y la energía del mayor. Y con el más joven, que vive a la sombra de los fantasmas familiares llevando en sí el peso de una reconciliación más allá del pasado.
Una maestra llega a la escuelita y varias vidas cambian. La de esa decena de chicos siempre con ganas de galletitas y gaseosa, que van del garabato a la letra, de los botones de colores a las cuentas matemáticas, de los piedrazos a la poesía. La de Dylan, que un día se asoma desafiante desde el techo. Y la de ella misma, que apenas recibida ha migrado desde un pueblo del interior y completa su salario como moza. De lejos, la Ciudad parece un castillo. De cerca, es una fortaleza inexpugnable. En ese ida y vuelta, clase a clase la Seño va transformándose. Los chicos crecen, las adolescentes se convierten en madres y Dylan, que rescató a un cachorro de morir ahogado y dio de comer en el pico a un pichoncito, busca sosiego a su profundo dolor de niño que ha caído de su propio nido.
Con humor, ternura y una prosa delicadísima, Marie Gouiric nos conmueve desde la primera a la última página y hace que nos preguntemos quién aprende y quién enseña una vez que alguien se entrega de corazón a los demás.
Hasta ahora, Yeonghye ha sido la esposa diligente y discreta que su marido siempre ha deseado. Sin ningún atractivo especial ni ningún defecto en particular, cumple los requisitos necesarios para que su matrimonio funcione sin sobresaltos. Todo cambia cuando unas pesadillas brutales y sanguinarias empiezan a despertarla por las noches, y siente la imperiosa necesidad de deshacerse de toda la carne del frigorífico. A partir de ese momento, Yeonghye impondrá en casa una dieta exclusivamente vegetariana que su marido aceptará entre atónito y molesto. Este será un primer acto subversivo seguido de muchos otros que la llevarán a la búsqueda de una existencia más pura y despojada, más cercana a la vida vegetal, un lugar donde el poder erótico y floral de su cuerpo romperá las estrictas costumbres de una sociedad patriarcal y ultracapitalista.
Juliette vive en un agujero. Se sienta en él y ve la vida pasar. No le gusta su trabajo. No tiene inquietudes. No recuerda lo que significa soñar. Y hace tiempo que renunció al amor.
Pero, entonces, un hombre muere.
Y todo cambia.
De repente, se encuentra en un pequeño pueblo de casas de colores y su camino se cruza con el de otras personas que acabarán siendo imprescindibles para ella. Una anciana a la que le atormenta la tristeza de las flores, un niño sin voz que las roba, un hombre que ama los libros y las cosas brillantes con la misma intensidad, un pintor incapaz de acabar un cuadro…
Todos ellos, junto a un puñado de cartas olvidadas, ayudarán a Juliette a entender que el amor existe y que es maravilloso en todas sus versiones.
MÁS ALLÁ DE LA SONRISA
Este libro no va de fútbol. No habla de la carrera de un niño prodigio. Un talento tan singular como precoz. Ni tampoco de sus éxitos en uno de los clubs más grandes del mundo. No se analiza únicamente a aquel adolescente, con cara angelical y juego celestial, que puso en pie al Camp Nou cuando no alcanzaba ni la mayoría de edad.
Miles de personas vibraron con su fútbol profundo, ágil y preciso, que conectaba al instante con el aficionado culé. Porque era uno de los suyos. Un niño que vieron crecer, al que acompañaron en su vertiginoso salto al primer equipo, derribando barreras y marcando goles.
Estas páginas son un viaje a la mente de un jugador. A la mente de una persona que, en realidad, son dos. La que se ve en el campo, supuestamente disfrutando del éxito con el que sueña cualquiera: fama, reconocimiento, elogios, dinero… Una vida de privilegiado. Y luego está la otra vida, la que no se veía cuando desaparecía del césped y se cernía sobre él la oscuridad, donde la ansiedad y la angustia lo invadían todo. Era cuando Bojan derrotó a Bojan. Y Bojan, por vez primera, lo cuenta todo.