En el Madrid de 2111, la detective Bruna Husky es contratada para investigar un atentado terrorista en las instalaciones de Eternal, una gran empresa tecnológica. Las primeras pistas la llevan hasta un periodista que sigue los pasos de uno de los asaltantes, pero cuando los implicados empiezan a desaparecer o a morir el rastro se pierde. La detective y su colega, el inspector Lizard, se verán atrapados en un enigma cada vez más sombrío, en una trampa mortífera diseñada por una mente criminal aterradora. Estamos ante una Bruna Husky llena de furia contra el mundo y, sobre todo, contra sí misma, porque ya no es una poderosa tecnohumana de combate, sino un débil androide de cálculo. Y es desde esa nueva fragilidad desde la que debe afrontar el caso más peligroso de toda su carrera.
Animales difíciles plantea aquello que no queremos mirar de frente: la inconsciencia con la que estamos desarrollando una superinteligencia desconocida, un poder absoluto, que no sabemos si seremos capaces de controlar y que puede convertirse en un arma definitiva y brutal.
Rosa Montero cierra por todo lo alto la serie de Bruna Husky, formada por las novelas Lágrimas en la lluvia, El peso del corazón y Los tiempos del odio. Espectacular, emocionante y peligroso, el último caso de la formidable detective es un apasionante rompecabezas de tensión creciente y final luminoso sobre el sentido de la vida y el destino de la Humanidad.
La historia del Homo sapiens suele contarse como una historia de tecnología o economía. Pero hay un motor más fundamental: la alimentación. Cómo cazábamos y recolectábamos explica nuestra aparición como nueva especie y nuestra tecnología más primitiva; nuestros primeros sistemas alimentarios, del fuego a la agricultura, explican dónde nos asentamos y cómo se expandieron las civilizaciones. La búsqueda de alimentos para poblaciones cada vez más numerosas impulsó la exploración, el colonialismo, la esclavitud e incluso el capitalismo.
Hace un siglo, la alimentación se industrializó. Desde entonces, los nuevos estilos de agricultura y producción de alimentos han escrito un nuevo capítulo de la historia de la humanidad, que está impulsando tanto el cambio climático como las crisis sanitarias mundiales.
La revolución tecnológica, producto de una insurrección intelectual previa, y derivada en una digitalización vertiginosa y díscola carga sobre sus hombros los fenómenos inherentes a la posmodernidad. El auge del medio digital ha generado el ruido, la grave tormenta de la información degradada en desinformación, de la noticia convertida en falsedad o posverdad, de los poderes democráticos transformados en seudo poderes de la posdemocracia y de las batallas identitarias reducidas a la lucha por el reconocimiento de grupos minoritarios atrapados en la desnaturalización de la sexualidad, el egocentrismo y el género. El conocimiento ha sido vapuleado por la información, cada vez más excesiva e inútil, y el dato se cree sabiduría en sí misma. El selfi ha degradado al retrato y el fitness y la industria del espíritu son rasgos identitarios de las nuevas tribus que, conjugando lo arcaico con lo actual, han dado lugar a la nueva cotidianidad y a los mitos, temores, pesadillas e ilusiones de una ensoñación posmoderna. El porno y la mera sociedad del espectáculo engullen la existencia a una velocidad y superficialidad asombrosas. El fundamentalismo e integrismo identitarios enhiestan el singularismo como una virtud a riesgo de echar a perder el valor de la diversidad, cuando no la singularidad, a riesgo de perder la esencia de lo humano. La pérdida, cuando no sustancial deterioro de los vínculos humanos ha convertido al sapiens en digitalis, diluyéndose con ello el esplendor de los valores humanísticos universales. Sufrimos, con angustia, la decadencia del ser en favor de la efímera y vacía sombra del parecer o el tener. De esos y otros síntomas y temores de los tiempos actuales tratan estos textos que han saltado, para una comprensión más coherente, de las páginas del periódico a la densidad del libro.
La publicación de "Ángel Guerra" supone un giro en la novelística galdosiana que, para muchos críticos, constituye una toma de conciencia del autor con respecto a las cuestiones espirituales y religiosas, en un intento de plantear un cambio de valores en la sociedad. Como en las posteriores "Nazarín" y "Halma", que completan junto con "Misericordia" su llamado "ciclo espiritual", Galdós asienta su relato sobre la base del problema de la fe cristiana en relación con la pobreza, así como en los intentos de sus personajes por contribuir a la lucha contra la injusticia social. En el caso concreto de "Ángel Guerra" asistimos a la transformación que experimenta su protagonista, quien desde una postura arreligiosa, marcada por la lucha política y un utopismo radical, emprende una búsqueda aparentemente genuina de la fe.
La contínua convocatoria que Jesús nos hacía a todos a navegar afuera de la protección de la hermosa y resguardada bahía de Andrés, siempre encontró más de un pero para ser rechazada, con la consecuente observación de su parte de que jamás conoceríamos todo lo que las costas de nuestra isla es capaz de ofrecer, para siempre terminar con la eterna sonrisa que siempre le acompaña, reiterando su frase de mar favorita: “Usted nunca pasará de ser un marinerito de PIPYMCA”. Yo seguí sus pasos en mi velero varias veces, sobre todo hacia el sur profundo, hasta descubrir juntos un paraíso llamado Barahona y Pedernales, para luego embarcarme con amigos en una ambiciosa vuelta a la isla y entendí, viviendo experiencias, que Jesús tenía más que razón.
In 1965, Steve Schapiro started documenting Andy Warhol for LIFE magazine: Warhol was cementing a reputation as an important Pop artist who drew his inspiration from popular culture and commercial objects. With his sunglasses, blond wig, and bland public utterances, Warhol was enigmatic, charismatic, intensely ambitious, and aware that to become a star, you needed the presence of people to document your ascent. Schapiro, also ambitious and hardworking, who in his own words “kept quiet and smiled a lot,” was an ideal witness to Warhol’s relentless rise from cult New York artist to 20th-century icon. Ironically, LIFE never published the story, so many of these images are seen here for the first time, scanned from negatives found deep in Schapiro’s archive.