El automóvil fue uno de los inventos más milagrosos del siglo XX. Prometía libertad, estilo y utilidad. Pero a veces, en lugar de mejorar nuestras vidas, la tecnología simplemente empeora las cosas. Durante el siglo pasado los automóviles llenaron el aire de contaminantes tóxicos y alimentaron el cambio climático. Los automóviles han robado el espacio público y han hecho que nuestras ciudades sean más feas, más sucias, menos útiles y más desiguales. Los coches han causado decenas de millones de muertos y heridos. Nos han hecho perder nuestro tiempo y nuestro dinero. Knowles describe el auge del automóvil y los costos que todos asumimos como resultado de ello, rastrea las fuerzas y decisiones que normalizaron los automóviles y consolidaron nuestra dependencia de ellos y nos muestra las formas en que el uso del automóvil ha impactado en la vida de las personas: desde Nairobi, donde pocas personas poseen un automóvil pero la ciudad todavía está envuelta en smog, hasta Houston, donde la autopista Katy Freeway tiene unos apabullantes veintiséis carriles y hay treinta plazas de aparcamiento para cada residente, terreno suficiente para ocupar París diez veces. Pero también revela otras formas mejores de vivir, analizando ciudades como Ámsterdam, Copenhague, Tokio y Nueva York.
Estas son las memorias de quien fue testigo de casi un siglo de historia, aunque siempre a la sombra.
Durante la mayor parte de su vida, Carmen Franco tuvo que hacer lo que era correcto, lo que dictaba su posición. Primero como hija de Franco; después como esposa de Cristóbal Martínez-Bordiú. Vivió la transición política sin los privilegios del pasado y sufrió el atentado fallido contra su familia en el hotel Corona de Aragón, cuando asistían a la jura de bandera de su hijo José Cristóbal. Atestiguó los matrimonios y separaciones de sus hijos, a excepción de Mariola, casada con el nieto del general republicano Tomás Ardid Rey. Se enfrentó a la muerte de su nieto Fran en un accidente de tráfico y al trágico final de su yerno Alfonso de Borbón, así como a todos los giros inesperados que le reservó el destino.
Tras el fallecimiento de su padre, fue ella quien custodió el testamento. Esta es la novela de su vida, construida desde su relato y a través de sus ojos.
Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925-Madrid, 2000) nació en el seno de una familia burguesa de ideas liberales que le inculcó una educación poco convencional para la época. Con su primera novela corta,El balneario, obtuvo en 1955 el Premio Café Gijón y, tres años después, su novelaEntre visillos le valdría el prestigioso Premio Nadal. Se iniciaba así una de las trayectorias literarias más brillantes, interesantes y premiadas de la reciente literatura en lengua española, en la que sobresalen títulos comoEl cuarto de atrás, Nubosidad variableoCaperucita en Manhattan, y los ensayosEl cuento de nunca acabaryUsos amorosos de la postguerra española. Esta biografía, merecedora del Premio Comillas 2025, contiene una ingente documentación, inédita o poco conocida, compuesta de cartas y abundantes cuadernos de apuntes, notas y observaciones, así como datos aportados por familiares y amigos que la conocieron bien. El resultado es el retrato de una escritora extraordinaria, que abrió muchas sendas antes cerradas a las mujeres, y de una novelista y ensayista que en sus libros alumbró los sorprendentes matices ocultos tras unas vidas aparentemente anodinas. Es también el relato de una existencia volcada en la escritura y marcada por dolorosas experiencias vitales, reflejadas con exquisita sensibilidad en una biografía imprescindible para conocer la vida y la obra de Carmen Martín Gaite.
Oliver Sacks en sus cartas: un derroche de talento, ingenio, curiosidad, empatía y pasión.
Oliver Sacks, que se consideraba a sí mismo un «astrónomo de la psique» y un «doctor filósofo», fue un humanista que ejercía de neurólogo. También un extraordinario escritor, como demostraron sobradamente sus fascinantes ensayos y vuelve a quedar claro en esta antología de su epistolario.
Reunidas por su editora Kate Edgar, estas cartas recorren la vida de Sacks desde 1960, cuando se marchó de Inglaterra para empezar su carrera en Estados Unidos, hasta pocos días antes de su fallecimiento. Entre los receptores de las misivas están sus padres y otros familiares, amigos, personas anónimas que le preguntaban por síntomas que sufrían y personalidades relevantes, desde científicos como Francis Crick, Stephen Jay Gould y Antonio Damasio hasta intelectuales como W. H. Auden, Harold Pinter y Susan Sontag.
Paul Cézanne y Émile Zola iniciaron en la infancia una amistad que enlazaría sus destinos de por vida: no sólo compartían origen geográfico, medio social y educativo, e intereses intelectuales, sino también una profunda complicidad. Pese a la distinta suerte artística de cada uno―Zola alcanzó pronto reconocimiento y éxito, mientras que Cézanne, aislado, apenas expuso su obra hasta el final de su vida, gracias a Ambroise Vollard―, mantuvieron un fructífero diálogo durante treinta años, incluso después de la publicación de La obra en 1886 en la que supuestamente Zola retrataba a su amigo pintor de un modo poco favorable. Estas cartas muestran bajo una nueva luz la riqueza de una amistad tan compleja como genuina, y la singular sensibilidad de dos artistas que tuvieron el privilegio de conocerse y lo celebraron sincerándose sobre sus preocupaciones más íntimas, artísticas y personales, a menudo indistinguibles para ambos.
La correspondencia de los Lósev es un documento excepcional sobre la vida cotidiana en el Gulag: el frío, el hambre, el trabajo general, los criminales, los traslados, las incesantes gestiones para obtener la revisión de la sentencia, la oscuridad, la humedad, las literas estrechas, la vida en barracas donde los hombres se hacinan como arenques... En lo más profundo de este infierno dos voces resuenan, formando una sola. La primera se rebela, se muestra alterada, en búsqueda de una serenidad difícil de encontrar. La segunda voz, sin embargo, es suave, regular, tierna, íntima. Valentina Loseva solo busca consolar el alma agotada de su compañero. La correspondencia de los Lósev no fue publicada íntegramente en Rusia hasta 2005. Por tanto, es una oportunidad única para conocer el alma de un gran intelectual y buscar con él la esencia del ser humano.