Perdido, 1928. El clan Caskey se desmorona con la cruenta guerra personal entre Mary-Love y Elinor. En los recovecos del caserón donde viven Elinor y Oscar se esconden crisis conyugales y existenciales con repercusiones que desafían la imaginación, mientras los peores recuerdos, aquellos que uno se esfuerza por mantener ocultos, acechan para tejer sus mortíferas redes y salir a flote.
Comienza una nueva era para el clan Caskey: la persistencia y el trabajo duro de Elinor en Perdido por fin parecen dar sus frutos. Su control arraiga en los hogares de un pueblo que en el pasado desconfió de sus intenciones. Sus enemigos, poderosos antaño, decrecen en número y pierden fuerza. El conflicto armado en Europa trae sangre nueva a Perdido. En las tierras de los Caskey, los hombres van y vienen como marionetas. No saben que sus vidas penden de un hilo.
Con la ayuda de un muerto, Blaze ha logrado perpetrar el crimen del siglo. Clay Blaisdell, llamado Blaze por todos, mide dos metros y pesa ciento treinta y seis kilos. Es un verdadero gigante. Sin embargo, hasta conocer a George Rackley, nunca había hecho nada grande. George le enseñó cien maneras de estafar a la gente e ideó para él un plan ambicioso: secuestrar a un niño rico. La familia Gerard es multimillonaria y el nuevo retoño del clan valdrá muchos de estos millones. Solo hay un problema: cuando llega el momento de ponerlo todo en marcha, George, el cerebro de la operación (y de todo lo que hacen), muere. O quizá no. Por eso Blaze se encuentra huyendo desesperado de una tormenta y de la policía. Ha conseguido raptar al bebé, pero el secuestro se ha convertido en una carrera contrarreloj a través de los bosques infernales de Maine.