Hay cosas por las que merece la pena esperar.
Avery Morgansten necesita huir del recuerdo de una noche fatídica, e irse a la universidad a miles de kilómetros de su casa parece ser el único modo de hacerlo. Solo tiene que centrarse en sus clases, en hacer amigos y, sobre todo, en no llamar la atención.
Hay cosas que merece la pena experimentar.
Cameron Hamilton es un metro noventa de irresistible atractivo completado por un par de imponentes ojos azules. Avery sabe que debería mantener las distancias, pero ignorar la tensión entre ellos, que saca un lado de ella que ni siquiera sabía que existía, es imposible.
Hay cosas que no deberían mantenerse en secreto.
Sin embargo, cuando Avery empieza a recibir correos electrónicos llenos de amenazas, tendrá que enfrentarse al pasado que tanto le ha costado dejar atrás. Pero, cuando la verdad salga a la luz..., ¿podrá seguir contando con Cam?
Y hay cosas por las que merece la pena luchar.
Noah y su hermana gemela Jude son inseparables. El solitario Noah dibuja sin parar, y se ha enamorado en secreto de su enigmático vecino. La atrevida Jude salta desde altísimos acantilados, lleva pintalabios rojo y habla por los codos.
Pero, con 16 años, los hermanos ya no se hablan. Algo les ha ocurrido. Algo ha pasado entre ellos que los ha removido de forma diferente# Hasta que Jude conoce a un chico guapo, frágil y arrogante... y a alguien más, una nueva fuerza en su vida todavía más impredecible y ligada a su pasado de forma inevitable.
Los primeros años de esta historia los cuenta Noah; los últimos, Jude. Lo que ninguno comprende es que solo conocen la mitad de la historia y que, si pudieran compartirla, tendrían una oportunidad real de regalarse el mundo de nuevo.
«Tenemos que hablar», le dice Lola a su marido durante el desayuno. Él le responde que lo harán por la noche, cuando acabe su jornada en el taxi. Sandino es un hombre melancólico, que duda en regresar a casa porque teme que Lola, harta de sus infidelidades, lo deje. No está muy seguro de si desea que eso suceda, como tampoco sabe si le gusta ser taxista, si es capaz de querer a alguien o si todo consiste en seguir rodando y chocando, como una bola en una mesa de billar llamada Barcelona.
Durante siete días y sus seis noches, Sandino recorre las calles y los barrios como un muñeco roto que huye de sí mismo, un depredador que deambula sin rumbo fijo, de sitio a sitio, a criterio siempre del cliente, del tedio o de la ocasión de cauterizar la herida de la forma más carnal.
Una fascinante narración sobre el poder de las palabras, por la autora de Como agua para chocolate.
A través de la mirada de su hija Lluvia, conocemos la vida de Júbilo, quien se encuentra en su lecho de muerte y sin pronunciar una sola palabra. Antes, durante su infancia, que transcurre en los primeros años después de la revolución, se convierte en intérprete entre su madre y su abuela, una española y otra maya, que mantienen una distancia que parece insalvable, tanto en lo cultural como en lo personal. Desde entonces, descubre el inmenso poder de comunicarse y, guiado por esta inclinación de traducir y descifrar los sentimientos de los otros, llega a ser telegrafista.
Recorremos la vida del protagonista, a través de su amor con Lucha, sus alegrías y los episodios que muestran su carácter bondadoso, así como sus experiencias adversas, sus sueños rotos y una conflictiva relación con don Pedro, todo lo cual le mostrará que el peso de los sentimientos y el deseo son las fuerzas determinantes de la vida.
Nunca me gustaron los hombres más jóvenes que yo, hasta que él apareció y mi vida se llenó con los colores de su mirada y con todo lo que me hacía sentir cuando estaba a su lado. Sin embargo, lo que yo creía que iba a ser un «para siempre» terminó siendo un «adiós» rotundo, sin explicaciones ni contemplaciones.
¿Por qué? No lo sé. Podría decirte que yo era de las que pensaban que es necesario saber por qué te dejan, pero cuando te hacen tanto daño, el «motivo» es lo de menos y lo único realmente importante es lo que te duele, tus lágrimas y lo perdida que te sientes.
Ahora tengo que reconstruir mi vida desde cero, he de buscar otros colores y emplear otros trazos, y sé que no va a ser fácil. Una vez dije que lo evidente y lo sencillo era para todos, y lo difícil y lo arriesgado, para mí. Ha llegado el momento de demostrarlo, aunque ahora esté llorando... Voy a coger aire, a superarlo y a seguir.
Me llamo María Eugenia de la Rúa, voy a ser la diseñadora de Dior y esta es mi historia.
Tras un desengaño amoroso, Elisa está decidida a retomar las riendas de su vida e ir tachando propósitos de su lista de objetivos: seguir siendo la mejor en su empleo, casarse, formar una familia, mudarse a una bonita casa a las afueras… ¿El problema? Todavía no ha conocido al futuro padre de sus hijos. Pero ella no es de las que se rinden tras un fracaso y tiene muy claro qué tipo de hombre desea a su lado. Para empezar, uno que no se parezca en nada al abogado con el que debe competir en su trabajo, ese que está poniendo a prueba toda su paciencia.
Jack Helker es tan atractivo como borde. A pesar de su sonrisa insolente y de que es el típico hombre que debería venir con un cartel en la frente en el que pusiese «no tocar», Elisa es incapaz de ignorar el deseo que siente cada vez que él está cerca. Y, entre rocambolescas citas, Froot Loops y noches imprevistas, empezará a reconsiderar que a veces «perder el control» también tiene sus ventajas.
«Quizá la princesa no encuentre a un caballero a lomos de un corcel cuando se asome a la ventana de la torre, pero tal vez sí tropiece con un seductor chico de ojos grises el día que se atreva a dejar atrás los seguros muros del castillo».