Raquel lleva toda la vida loca por Ares, su atractivo y misterioso vecino. Lo observa sin ser vista desde su ventana y es que, muy a su pesar, no han intercambiado ni una triste palabra. Lo que Raquel no sabe es que eso está a punto de cambiar...
Ares comenzará a cruzarse en su camino hasta en los lugares más inesperados y descubrirá que, en realidad, Raquel no es la niña inocente que creía.
Ahora, Raquel tiene muy claro su objetivo: conseguir que Ares se enamore de ella. Por supuesto, no está dispuesta a perderlo todo por el camino, y mucho menos a sí misma...
Nada es tan fácil y simple en la vida de alguien como yo.
¿Qué se siente al vivir con tres chicos tan guapos?
Eres tan afortunada. Que envidia. Vivir con esas bellezas, que privilegio.
¿Cómo puedes vivir con ellos?
¿Te has tirado alguno?
¿Podrías conseguirme su número de teléfono?
Eso es solo un poco de lo que he tenido que lidiar desde que los chicos Hidalgo crecieron y se convirtieron en el sueño húmedo de todas las chicas de este lugar. Artemis, Ares y Apolo Hidalgo son los responsables de muchos suspiros de chicas en las calles y con los que crecí aunque no seamos familia. Muchas personas me creen afortunada, pero están tan equivocados sobre mi vida, no saben mi historia, no todo es color de rosa en la vida de una chica como yo.
Murakami vuelve a deslumbrarnos con su estilo conciso, su sutil sentido del humor, su habilidad para construir tramas cautivadoras y escalofriantes, y su maestría para dar cuenta del escurridizo espíritu de nuestro tiempo.
Cerca ya de medianoche, en esas horas en que todo se vuelve dolorosamente nítido o angustiosamente desdibujado, Mari, sentada sola a la mesa de un bar-restaurante, se toma un café mientras lee. La interrumpe un joven músico, Takahashi, al que Mari ha visto una única vez, en una cita de su hermana Eri, modelo profesional. Ésta, mientras tanto, duerme en su habitación, sumida en un sueño «demasiado perfecto, demasiado puro». Mari ha perdido el último tren de vuelta a casa y piensa pasarse la noche leyendo en el restaurante; Takahashi se va a ensayar con su grupo, pero promete regresar antes del alba. Mari sufre una segunda interrupción: Kaoru, la encargada de un «hotel por horas», pide que le ayude con una prostituta china agredida por un cliente. Dan las doce. En la habitación donde Eri sigue sumida en una dulce inconsciencia, el televisor cobra vida y poco a poco empieza a distinguirse en la pantalla una imagen turbadora... pese a que el televisor no está enchufado.