Desde la aparición, en 1927, de su obra central Ser y tiempo, Martín Heidegger ha sido y sigue siendo considerado por amplios sectores de opinión como el filósofo más importante del siglo XX. Frente a esta sobrevaloración del filósofo de los Bosques Negros, Heleno Saña procede, en su documentadísimo libro, a una crítica de la filosofía heideggeriana, intentando demostrar que está basada en una tergiversación e instrumentalización sistemáticas de la terminología y los conceptos esenciales de la filosofía clásica. El resultado final de sus ejercicios hermenéuticos y sus continuos malabarismos lingüísticos, es un irracionalismo de índole claramente nihilista, por su culto implícito y explícito a la muerte. En este sentido es altamente significativo que a la biografía y a la filosofía heideggerianas pertenezcan su adhesión al nacionalsocialismo y la glorificación de Alemania como la “raza de los señores” por excelencia, tema al que Heleno Saña dedica la debida atención. Uno de los signos distintivos de este ensayo es el de la claridad con que expone sus tesis, de manera que el libro no está pensado solo para eruditos, sino para todas las personas interesadas en ampliar sus conocimientos culturales y filosóficos.
Desde que el autor de este libro se acercó, hace más de treinta años, a las obras de Simone Weil, su lectura devino en una pasión para él. El de Simone Weil es un pensamiento que no se puede fijar. Posee un flujo propio que va unido al discurrir de su vida. Cabe, no obstante, abordarlo por sus ramales: su preocupación religiosa, su inclinación político-social, su experiencia mística, su visión científica. Los textos aquí recogidos se ofrecen como una introducción para navegar por ese pensamiento fluido, a sabiendas de que cada lector es responsable de su propia navegación.
¿Podemos convertirnos en mejores seres humanos
y ayudar a otros a serlo?
¿Es posible lograr que los líderes de nuestra sociedad
se preocupen por que la humanidad prospere
no solo económica y materialmente, sino también
espiritualmente?
En el año 430 a. C., Sócrates quiso enseñar al vanidoso y
ambicioso estadista Alcibíades cómo ser una buena persona,
pero fracasó estrepitosamente. Aunque Alcibíades
estaba de acuerdo con que un líder debía mostrar moderación
y justicia, finalmente condujo a Atenas a una batalla
perdida contra Siracusa. A través de esta y otras historias
de pensadores como Marco Aurelio, Aristóteles, Séneca,
Epicteto o Plutarco, entre otros, Massimo Pigliucci nos
ofrece una visión completa de la filosofía clásica y el cultivo
de la personalidad, la virtud y la excelencia.
Hilvanando la relación entre ética personal, justicia social y
buena gobernanza, este extraordinario libro nos revela no
solo cómo actúa un buen líder, sino cómo cada uno de nosotros
puede convertirse en un mejor individuo dentro de
la sociedad.
Este libro, nos dice su autor, es fruto de largos años de reflexión en torno a «líneas de pensamiento y experimentación poco habituales». Para él, la fuente es la imagen que mejor representa el misterio de la vida; en arquitectura, los rascacielos serían las fuentes heladas que han ido brotando en las ciudades. La forma, como afirmaba Sullivan, ha de ser siempre fiel a la función, pero, según Bragdon, la función debe expresar y determinar a la vez el significado mismo de la forma, como ocurre en los organismos naturales. Por tanto, la arquitectura ha de ser orgánica y estética, no en el sentido de «acorde con el buen gusto», sino en el más profundo de belleza.
La presente obra es, sin duda, un buen exponente de la producción filosófica de Rosset. El concienzudo análisis de esa fuerza mayor que es la alegría, punto neurálgico de toda su filosofía, y su incidencia –presente o ausente– en el que quizá sea el máximo antagonismo filosófico al que puede llegarse a este respecto. Si «Notas sobre Nietzsche», uno de los estudios más lúcidos sobre la filosofía del discípulo de Dionisio y, sin duda, el más nietzscheano de todos ellos, ilustra un modo particular de concebir la filosofía, consagrada a destacar el elemento de la afirmación, «El descontento de Cioran» muestra a la perfección el caso contrario, a saber, el inconveniente de haber nacido, la teórica imposibilidad de aclimatarse a la irremediable y fatal aspereza de lo real.
En un mundo saturado de neoliberalismo, ¿qué lugar puede ocupar el teatro? ¿Qué actitud debe asumir el actor ante un texto y cómo debe traducirlo al escenario? Estas son algunas de las preguntas que han ocupado a Jorge Eines durante más de 50 años de experiencia en la escena teatral; el presente libro es un intento de darles respuesta. Frente a las corrientes del teatro clásico, que desde siempre han rendido un culto especial a la palabra, al texto como elemento que rige toda la puesta en escena, Eines propone el cuerpo como vertebrador esencial de todo proceso teatral. Si bien el origen de la obra está en la palabra, es el cuerpo, y no la mente del actor, quien debe interpretarla y volverla carne. Para lograrlo, es esencial desarrollar un proceso técnico cuidado que permita al actor trabajar el texto en el ensayo, espacio que, para Jorge, es de absoluta importancia, pues permite llegar a nuevas formas.