La historia es de las mujeres y de los hombres, por más que la de los segundos se haya divulgado y la de las primeras escamoteado. Pioneras, 1850-1960 narra la historia del mundo contemporáneo con el foco puesto en la experiencia femenina, en un siglo en el que la mujer ha revolucionado los roles previos, cambiando profundamente su papel en la mayor parte del mundo, hasta la llegada de la segunda ola del feminismo. Revolucionario es también el acercamiento de Marina Amaral, que consigue con su maestría coloreando la añeja fotografía en blanco y negro contar las vidas y experiencias de esas mujeres tanto célebres como ordinarias, que cambiaron el mundo, ya fuese en un laboratorio o protestando en las calles, actuando sobre escenario o luchando en las trincheras, compitiendo en unas elecciones o explorando la naturaleza. Estas pioneras, con los riesgos y avatares que corrieron, con los anhelos y esperanzas que vieron cumplidos o derrotados, sembraron las semillas de un mundo que queremos igual.
Historia intelectual de la humanidad
Es difícil calificar un libro que nos ofrece nada menos que el patrimonio intelectual de la humanidad. No se encontrará en sus páginas la majestad de los reyes, o el fragor de las batallas, sino la belleza de las intuiciones, las ideas y las invenciones que, desde la noche de los tiempos ha desarrollado el hombre para mejorar su condición y su vida.
Este libro, todo un clásico, constituye la explicación más clara escrita hasta la fecha sobre el autismo infantil, y con enorme tacto y delicadeza habla de la incapacidad de relacionarse con el mundo exterior que conduce a algunos niños al silencio y al aislamiento. Este trastorno, descrito por primera vez en 1943, fue objeto de una minuciosa investigación por parte del autor, Bruno Bettelheim, que lo analizó desde el punto de vista científico y filosófico.
El resultado es un texto fascinante que se interroga acerca de la deshumanización de la sociedad contemporánea y explora los misteriosos caminos de las psicosis individuales, para finalmente afirmar esperanzado que es necesario prestar atención a esos niños, por lo general ignorados y olvidados, a su miedo y a su sufrimiento y, sobre todo, al terror que sin duda les produce sentirse siempre solos en su «fortaleza vacía».