Un ensayo agudo y cuestionador, que revela los intereses tras el término «cultura de la cancelación» y revisa los criterios con los que evaluamos el arte hoy.
¿Existe de verdad una «cultura de la cancelación» censora y puritana, que limite la libertad de los artistas? O, más bien, «¿por qué la llaman “cancelación” cuando quieren decir crítica?». Eso se pregunta Gonzalo Torné en un artículo que recibirá una respuesta inesperada: la de Clara Montsalvatges, uno de los personajes de sus novelas. Entre los dos, dibujan aquí el retrato de un escenario en el que las «audiencias emancipadas» plantean nuevas exigencias a los creadores, y se preguntan por las responsabilidades de una representación artística comprometida con la captura de la complejidad.
La prueba principal de la existencia de Dios, yace en el he-
cho de que, nada sucede a no ser que algo lo cause, así mismo,
los bizcochos no desaparecen del envase, a menos que los dedos
de alguien se los lleven, y un nogal no brota del suelo, si antes
no cayó allí una nuez. Los fi lósofos enuncian este principio,
diciendo que “cada efecto debe tener una causa”.