La prueba principal de la existencia de Dios, yace en el he-
cho de que, nada sucede a no ser que algo lo cause, así mismo,
los bizcochos no desaparecen del envase, a menos que los dedos
de alguien se los lleven, y un nogal no brota del suelo, si antes
no cayó allí una nuez. Los fi lósofos enuncian este principio,
diciendo que “cada efecto debe tener una causa”.
La gente está buscando respuestas a la confusión, la enfermedad moral y el vacío espiritual que oprime al mundo. Todos estamos clamando por dirección, por consuelo, por paz. ¿Hay alguna salida para nuestro dilema? ¿Podemos verdaderamente encontrar paz con Dios? ¡Sí! Pero sólo si la buscamos en el lugar correcto.