El siglo de la revolución nos propone revisar la historia de los cien años que han transcurrido desde la revolución rusa de 1917 para descubrir hasta qué punto el miedo obsesivo a la revolución condicionó mucho de lo que sucedió en el mundo en este tiempo, con respuestas tan diversas como la del fascismo o la del «reformismo del miedo» que, asociado a la gran mentira de la «guerra fría», hizo posible en las décadas que siguieron a la Segunda guerra mundial el desarrollo del estado del bienestar y una larga etapa de paz social. Todo cambió hace unos cuarenta años, cuando la decadencia de la Unión Soviética y la crisis de los partidos comunistas acabaron con los viejos miedos, y comenzó la reconquista del poder por las clases dominantes que ha acabado llevándonos a la situación actual de estancamiento económico y desigualdad social. El siglo de la revolución es un libro que, a través de la historia de los últimos cien años, nos da las claves para entender el mundo en que vivimos.
Después de vender más de 100 000 ejemplares en Francia y ser el fenómeno editorial del año, llega a España 1 kilo de cultura general, posiblemente el libro sobre cultura más completo y ambicioso de la historia. La literatura, la historia, la filosofía, la ciencia, el arte, la música… se cruzan armónicamente en estas páginas para ofrecernos una obra única en su género.
Articulado a partir de una cronología clásica que recorre la Prehistoria, la Antigüedad, la Edad Media, el Renacimiento, la Era Moderna y la Era Contemporánea, 1 kilo de cultura general está recomendado a todo aquel que quiera tener un rápido acceso al precioso mundo del conocimiento y de la cultura.
Los pasados de la revolución es una obra que tiene la intención de profundizar en la historia de las revoluciones desde un campo poco investigado como es la relación de las revoluciones con sus propias tradiciones y sus memorias. Es decir, el foco de atención no es tanto el costado rupturista de las revoluciones como el de las tradiciones y recuerdos desde donde en muchos casos se justificaron y legitimaron. O que también les sirvieron como vehículos de inspiración, movilización o refuerzo simbólico. Hay que tener en cuenta que, como se estudia en este escrito, muchas de estas tradiciones no eran solo discursivas, sino que, entre otros, también se plasmaban en todo tipo de símbolos, rituales, banderas, consignas, monumentos, lugares de la memoria o composiciones musicales que ayudaban a forjar un imaginario o universo simbólico alternativo.