Si hay algo que nos reúne como sociedad, es la bicicleta: todos la hemos montado alguna vez. Cada uno de nosotros tiene el recuerdo de aprender a montar y, al hacerlo, descubrir una nueva forma de relacionarse con el mundo, con los otros y con uno mismo. En su humildad, la bicicleta nos pone en armonía con el tiempo y el espacio que habitamos.
Fuertemente enraizada en nuestro imaginario cultural, goza de una doble dimensión mítica: colectiva e individual. Colectiva porque, desde mitades del siglo XX, constituye la forma de transporte de las clases obreras; e individual, pues ciclistas como Induráin o Coppi se alzan como verdaderos héroes ante la mirada del público. Ya Barthes, en sus Mitologías, analizó la manera en que los deportistas de élite se transforman en mito, aunque hoy esa idealización esté en parte mancillada por el dopaje.
No obstante, ahora la bicicleta regresa con fuerza a las ciudades, gracias a las nuevas políticas urbanísticas. Su imagen es objeto de un renovado entusiasmo popular, como atestiguan Barcelona y París. La bicicleta se alza, pues, como proyecto de futuro, como guía hacia un ideal utópico de ciudad en la que las exigencias de los ciclistas lograrán doblegar a los poderes políticos.
Esta colección de textos de Adam Michnik, Premio Princesa de Asturias y figura clave de la transición de su país a la democracia, es la primera antología preparada originalmente para el lector español.
Hijo de supervivientes del Holocausto, disidente en la Polonia comunista, preso político, miembro del sindicato clandestino Solidaridad y director de Gazeta Wyborcza, la vida de Adam Michnik recorre la historia polaca y europea, de la que es testigo intelectual, pero también protagonista político.
La antología se extiende a lo largo de toda su trayectoria, engarzando ensayos esenciales para comprender los grandes desafíos de nuestro tiempo. Desde Nueva vía evolutiva (1976) y la mítica carta escrita en prisión (1983), hasta el epitafio de Aleksiey Navalny (2024), algunos son testimonios históricos de una época pasada, varios resuenan como advertencias tempranas de la deriva europea hacia el populismo y, por último, otros exponen reflexiones de la más acuciante vigencia. Por sus páginas desfilan algunos de los protagonistas de la historia reciente de Europa, desde Thomas Mann a Václav Havel, desde Andréi Sájarov al papa Juan Pablo II. Entre todos ellos, el propio Michnik, por su mente lúcida y su heroico valor, destaca como el más fascinante de los personajes.
Decir filosofía es para Gabriel Albiac decir un juego, una feliz indolencia o una melancolía sabia y escéptica. También es soledad y, a veces, casi lo único que puede darnos compañía. Su Elogio de la filosofía emprende un viaje fascinante y muy personal por las preguntas fundamentales que nos hemos hecho siempre.
Sus páginas nos hablan de la existencia y su sentido, el tiempo y la muerte, la libertad, la belleza o la verdad en un estilo único, lírico y culto, preñado de referencias literarias y artísticas. En sus páginas desfilan las palabras y las ideas de la sabiduría clásica en Heráclito, Platón o Marco Aurelio; de San Pablo y la Biblia; de La Boétie, Montaigne, Pascal o Spinoza; de poetas como Quevedo, John Keats o W. H. Auden; y obras como La Ilíada o el Cristo de Grünewald.
En esta travesía no hay programa ni decálogo alguno, no hay respuestas cerradas, tan solo un bello «consuelo de la huida» y una «lucha por conocer» que nos acerca a eso que llamamos libertad.