Es posible estudiar cómo el pensamiento político-jurídico del quinientos y seiscientos entiende el problema de la guerra columbrándolo en función de dos épocas: Renacimiento-Reforma, y Barroco. Durante la primera encontramos dinastismo medieval (Seyssel), republicanismo (Castrillo), realismo político (Maquiavelo), idealismo humanista-cristiano (Erasmo, Moro, Valdés, Vives), guerra justa (Vitoria), prudencia estoica (Lipsio), resistencia (calvinismo), pacifismo (Simons).
En el Barroco, el paradigma vigente es la libertad, acotada y restringida por (a) la ley natural; (b) un ius subjetivo que dota al hombre del derecho inalienable a la defensa propia; (c) una nueva filosofía de la naturaleza, causa eficiente en lugar de causa final, separación de las cualidades primarias y secundarias, una naturaleza independiente de Dios (Grotius) y caótica origen del ius naturale.
La inteligencia artificial ha llegado para hacernos desaparecer o somos los humanos más indispensables que nunca?En un mundo donde las proyecciones distópicas se imponen y plantean un escenario en el que la inteligencia artificial provoca, si no la extinción de la humanidad, sí una era de penalidades, La guerra imaginaria aporta una visión realista y alejada de las hipótesis sensacionalistas que sugieren tanto los humanistas del apocalipsis tecnológico como los gurús mesiánicos de la tecnología.Con una mirada escéptica y crítica, Fernando Bonete abre un diálogo honesto y riguroso sobre los miedos y las esperanzas de la humanidad, dentro del impulso digitalizador y de las grandes transformaciones sociales que ha traído la última década.Inspirándose en la visión humanística de Isaac Asimov, el padre de la robótica y, como se ve en este libro, una mente lúcida y clarividente, La guerra imaginaria no solo refuta las predicciones más sombrías acerca de estas tecnologías, sino que celebra todo su potencial como herramientas en nuestra búsqueda de progreso.
El fin de la República fue, desde el punto de vista de las fuentes romanas, un largo siglo marcado por guerras civiles: Mario contra Sila, César contra Pompeyo y Octaviano contra Marco Antonio. Guerras que podrían parecer solo ajustes de cuentas entre facciones romanas, interrumpidas por campañas contra bárbaros o rebeldes, pero, en realidad, fueron algo mucho más complejo.
Desde Hispania hasta Mesopotamia, la perspectiva se volvió global. Porque ante esta expansión, bereberes, hispanos, galos, griegos, tracios y armenios ocuparon la primera fila de estos espectáculos trágicos de las guerras civiles romanas de las que dependía su destino, por lo que fueron más que peones en el tablero del Imperio romano. Junto a Octaviano o Antonio, hubo otros extranjeros menos conocidos que Cleopatra implicados en el Gran Juego entre Roma, los partos y los demás pueblos vecinos: el moro Bogud, el cilicio Tarcondimoto y el armenio Atravasdes, que influyeron en la política interna republicana.