Un pintor recibe el encargo de realizar un cuadro de la Virgen con el Niño. El cuadro acompañará en un retablo a otro de increíble belleza, lo que enorgullece pero asusta al artista. Tras buscar y buscar sin éxito una modelo, un día, por casualidad, encuentra a una joven judía que representa toda la belleza, ternura e inocencia que él necesita. Tras convencerla para que pose, y una vez que ella vence sus miedos y recelos, se establece entre ellos una relación especial. Sin embargo, ambos malinterpre-tan los sentimientos del otro: él, maduro ya, ve en ella una misión que cumplir, mostrarle el camino hacia la conversión. Ella, joven e inexperta, quiere ver, en el hombre que se fija en ella, unas intenciones que expliquen los anhelos y cambios que está experimentando su cuerpo. Hasta que interviene el destino.
Publicada póstumamente en 1926, El castillo es la más tardía de las tres novelas que escribió Franz Kafka (1883-1924) y, pese a haber quedado inconclusa, pasa a ser una de las cumbres de la novela del siglo xx. En ella se cuentan los infructuosos intentos del agrimensor K. por acceder a las autoridades del castillo, que al parecer ha reclamado sus servicios, y obtener el permiso para ejercer su trabajo y establecerse así en la aldea en la que ha sido recibido como forastero.
Un accidente trunca brutalmente la idílica relación entre una niña y su caballo. La madre deberá recurrir a un hombre muy especial, de quien se dice que posee poderes para comunicarse con los caballos y sanar su espíritu...
La solidaridad entre las personas, la armonía con la naturaleza y la fuerza de los sentimientos subyacen como motor de esta novela inolvidable, adaptada al cine en una superproducción dirigida y protagonizada por Robert Redford.
En los años de entreguerras, un transatlántico, el Virginian, recorría las rutas entre Europa y América, con una carga de millonarios, de turistas, de emigrantes...
En el Virginian tocaba cada noche un pianista extraordinario, llamado Novecento, con una técnica maravillosa, capaz de arrancar notas mágicas, inauditas.
«-¿Usted no encuentra, pues, odioso, despreciable, que una mujer abandone a su marido y a sus hijos para seguir a un hombre cualquiera, del que nada sabe, ni siquiera si es digno de amor? ¿Puede usted realmente excusar una conducta tan atolondrada y liviana en una mujer que, además, no es ya una jovencita y que siquiera por amor a sus hijas hubiese debido preocuparse de su propia dignidad?»