Esta es la epopeya de Ferdinand Baradamu, herido en la primera guerra mundial en la que participa como voluntario, enamorado de una prostituta sin futuro, sobreviviendo en las colonias francesas en África gracias a un trabajo alienante, persiguiendo su particular sueño americano, de regreso en Francia trabajando como médico rural...
Mas allá del argumento, la fuerza y el interés de esta gran novela residen en la prosa amarga y quebradiza de Céline, en su característico ritmo acelerado, en el lirismo salvaje y descarnado con que constryó a sus personajes o la altiva mueca con que contempló la existencia y que han provocado siempre las más encontradas reacciones.
En 2011, a los cincuenta años de su muerte, se ha desatado la polémica, ante si debía conmemorarse el cincuentenario, debido a las opiniones antisemitas de Céline. Finalmente se han cancelado todos los actos oficiales debido a las presiones sociales. Pero en cualquier caso, Céline es el autor más traducido después de Marcel Proust y esta es una gran obra.
Louis-Ferdinand Céline (Louis-Ferdinand Destouches, 1894-1961), personaje denostado por su antisemitismo y filonazismo, se dio a conocer con esta novela, publicada originalmente en 1932, con la que sorprendió por su lenguaje violentamente satírico, rupturista e incluso obsceno. Ni su siguiente obra, Muerte a crédito, ni sus novelas más autobiográficas y nihilistas como Norte, De un castillo a otro o la póstuma Rigodón alcanzaron la misma fuerza y poder de seducción.
El cazador y veterano de Vietnam Lleweiyn Moss descubre por casualidad la sangrienta escena de una carnicería entre narcos en algún lugar de la frontera entre Texas y México. Entre los cuerpos y los paquetes de heroína, descubre también algo más de dos millones de dólares. A partir de este momento comienza la violenta carrera de Moss por escapar de quienes quieren darle caza: Wells, ex agente de las Fuerzas Especiales contratado por un poderoso cártel; Antón Chigurh, una implacable máquina de matar; y un sheriff veterano de la Segunda Guerra Mundial que añora los viejos tiempos y esconde un doloroso secreto que lo mantiene vivo.
Novela sobre la fatalidad, el exilio, el amor o la familia,Brooklyn es una historia para siempre, dueña de un poder emocional sobrecogedor.
Con la templanza, el virtuosismo y la perspicacia psicológica del maestro contemporáneo que es, Colm Tóibín, uno de los mejores escritores irlandeses de nuestros días, ha construido una historia estremecedora sobre el destino cuya diáfana superficie esconde un fondo donde se abisma una complejidad inagotable.
Eilis Lacey es una chica de familia humilde que, como tantos otros, no encuentra trabajo en el pequeño pueblo del sudeste de Irlanda en el que vive. Por ello, cuando se le ofrece un puesto en Norteamérica no duda en aceptarlo.
Poco a poco, Eilis se abre paso en el Brooklyn de los años cincuenta y, a despecho de la nostalgia y los rigores del exilio, encuentra incluso un primer amor y la promesa de una nueva vida.
Inesperadamente, sin embargo, trágicas noticias de Irlanda le obligan a regresa y enfrentarse a todo aquello de lo que ha huido.
Publicada postumamente en 1964, París era una fíesta es la obra más personal y reveladora de Hem-ingway, quien, ya en el crepúsculo de su vida, narra los dorados, salvajes y fructíferos años de su juventud en el París de la década de los veinte, en compañía de escritores como Scott Fitzgeraid o Ezra Round, la llamada «generación perdida» —según la popular denominación acuñada en aquella época por Gertrude Stein, la mítica madrina del grupo—. Crónica de la formación de un joven escritor, retrato de una ciudad perdida, oda a la amistad y verdadero testamento literario, París era una fíesta es uno de los libros capitales para entender el siglo XX, así como el universo y la personalidad de uno de sus más grandes creadores.
La historia de amor entre Fermina Daza y Florentino Ariza, en el escenario de un pueblecito portuario del Caribe y a lo largo de más de sesenta años, podría parecer un melodrama de amantes contrariados que al final vencen por la gracia del tiempo y la fuerza de sus propios sentimientos, ya que García Márquez se complace en utilizar los más clásicos recursos de los folletines tradiciones. Pero este tiempo -por una vez sucesivo, y no circular-, este escenario y estos personajes son como una mezcla tropical de plantas y arcilla que la mano del maestro moldea y con las que fantasea a su placer, para al final ir a desembocar en los territorios del mito y la leyenda. Los jugos, olores y sabores del trópico alimentan una prosa alucinatoria que en esta ocasión llega al puerto oscilante del final feliz.
«Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. El doctor Juvenal Urbino lo percibió desde que entró en la casa todavía en penumbras, adonde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para él había dejado de ser urgente desde hacía muchos años. El refugiado antillano Jeremiah de Saint-Amour, inválido de guerra, fotógrafo de niños y su adversario de ajedrez más compasivo, se había puesto a salvo de los tormentos de la memoria con un sahumerio de cianuro de oro.
Encontró el cadáver cubierto con una manta en el catre de campaña donde había dormido siempre, cerca de un taburete con la cubeta que había servido para vaporizar el veneno.»
El 26 de octubre de 1949 el reportero Gabriel García Márquez fue enviado al antiguo convento de Santa Clara, que iba a ser demolido para edificar sobre él un hotel de cinco estrellas, a presenciar el vaciado de las criptas funerarias y a cubrir la noticia. Se exhumaron los restos de un virrey del Perú y su amante secreta, un obispo, varias abadesas, un bachiller de artes y una marquesa. Pero la sorpresa saltó al destapar la tercera hornacina del altar mayor: se desparramó una cabellera de color cobre, de veintidós metros y once centímetros de largo, perteneciente a una niña. En la lápida a penas se leía el hombre: Sierva María de Todos los Ángeles.
«Mi abuela me contaba de niño la leyenda de una marquesita de doce años cuya cabellera le arrastraba como una cola de novia, que había muerto del mal de rabia por el mordisco de un perro, y era venerada en los pueblos del Caribe por sus muchos milagros. La idea de que esa tumba pudiera ser la suya fue mi noticia de aquel día, y el origen de este libro.»
En Barcelona, una prostituta que va entrando en la vejez entrena a su perro para llorar ante la tumba que ha escogido para sí misma. En Viena, una mujer se vale de su don de ver el futuro para convertirse en la adivina de una familia rica. En Ginebra, el conductor de una ambulancia y su esposa acogen al abandonado y aparentemente moribundo ex presidente de un país caribeño, solo para descubrir que sus ambiciones políticas siguen intactas. En estos doce relatos magistrales acerca de las vidas de latinoamericanos en Europa, García Márquez transmite la melancolía, tenacidad, pena y ambición que forma la experiencia del emigrante.
«El esfuerzo de escribir un cuento corto es tan intenso como empezar una novela. Pues en el primer párrafo de una novela hay que definir todo: estructura, tono, estilo, ritmo, longitud y a veces hasta el carácter de algún personaje. Lo demás es el placer de escribir, el más íntimo y solitario que pueda imaginarse, y si uno no se queda corrigiendo el libro por el resto de la vida es porque el mismo rigor de fierro que hace falta para empezarlo se impone para terminarlo. El cuento, en cambio, no tiene principio ni fin: fragua o no fragua. Y si no fragua, la experiencia propia y la ajena enseñan que la mayoría de las veces es más saludable empezarlo de nuevo por otro camino, o tirarlo a la basura.»
Un viejo periodista decide festejar sus noventa años a lo grande, dándose un regalo que le hará sentir que todavía está vivo: una jovencita virgen, y con ella «el principio de una nueva vida a una edad en que la mayoría de los mortales están muertos». En el prostíbulo llega el momento en el que ve a la mujer de espaldas, completamente desnuda. Ese acontecimiento cambia su vida radicalmente. Ahora que conoce a esta jovencitase encuentra a punto de morir, pero no por viejo, sino de amor. Así, Memoria de mis putas tristes cuenta la vida de este anciano solitario, un apasionado de la música clásica, nada aficionado a las mascotas y lleno de manías. Por él sabremos cómo en todas sus aventuras sexuales (que no fueron pocas) siempre dio a cambio algo de dinero, pero nunca imaginó que de ese modo encontraría el verdadero amor.
Esta novela de Gabriel García Márquez es una conmovedora reflexión que celebra las alegrías del enamoramiento, las desventuras de la vejez y, ante todo, lo que sucede cuando sexo y amor se juntan para darle un sentido a la existencia. Nos encontramos ante un relato aparentemente sencillo pero cargado de resonancias, una historia narrada con el excepcional estilo y la maestría en el arte de contar de los que solo es capaz el autor colombiano.
Vivir para contarla es, probablemente, el libro más esperado de la primera década del siglo, compendio y recreación de un tiempo crucial en la vida de Gabriel García Márquez. En este apasionante relato, el Nobel colombiano ofrece la memoria de sus años de infancia y juventud, aquellos en los que se fundaría el imaginario que, con el tiempo, daría lugar a algunos de los relatos y novelas fundamentales en la literatura en lengua española del siglo XX. Estamos ante la novela de una vida, a través de cuyas páginas García Márquez va descubriendo ecos de personajes e historias que han poblado obras como Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba o Crónica de una muerte anunciada y que convierten Vivir para contarla en una guía de lectura para toda su obra, en acompañante imprescindible para iluminar pasajes inolvidables que, tras la lectura de estas memorias, adquieren una nueva perspectiva.